Foto: Fernando Pinilla
Cuando los tiranos caen, los colegas de estos tiemblan. Estamos ante una ola increíble de libertad en el mundo. Estamos en el tiempo en que los pueblos se cansan de ser oprimidos, de la represión en la que viven a diario que los priva del derecho a pensar, hablar, elegir, soñar, y cansados de las pesadas cadenas, y no justamente las que da el inquilino de Miraflores, pasan a levantarse, porque es sabido que no hay nada más fuerte e invencible que un pueblo unido, uno que se libera de los miedos y por amor dice: no más. Honduras, Egipto, dan fe de esto, y hoy Libia, aunque no termina de romper esas cadenas que los amarran, deja claro que ya no hay chance a más opresión, que piden a gritos la libertad plena de sus vidas de las manos de aquellos tiranos, que creyéndose dueños del mundo porque usan la fuerza para amedrentar, continúan pensando que tienen el derecho de robar el presente y el futuro de una nación completa.
Por eso cuando se enciende un foco de libertad, este se contagia y se extiende ese efecto hasta otras latitudes, por más lejanas que estén. Ese efecto tiene un sabor dulce que se debe mantener, partiendo de mi eterna consigna; que la libertad de pensar y expresarse son derechos básicos de los seres humanos, y quizás de los más importantes.
El problema es que increíblemente en pleno siglo XXI vivimos aún en tierras que reclaman libertad. Aún los villanos sin escrúpulos existen, y siguen tanto como en la historia y la literatura intentando mantener hegemonías de terror, y cuando deberíamos estar evolucionando a pensamientos más amplios, para mejorar en nuestra esencia, vemos adelante y parece que lo hiciéramos atrás, al pasado, porque sencillamente vemos que los comportamientos de ayer y hoy pueden parecer un calco. Nino Bravo tenía razón en la canción “América”, cuando decía que nuestro continente era un pueblo que aún no había roto sus cadenas. Yo lo extiendo a muchos países del mundo y lo llevo a varios planos: primeramente el físico, el del entorno en que vivimos, pero más importante aún el de nuestras mentes, la libertad plena del ser humano, el estado máximo de sentirnos vivos y dueños de nuestro destino.
Hoy cuando vemos por la televisión, por internet, el bombardeo de imágenes e información sobre lo que sucede en aquellos países que están amarrados, y cuyas amarras ya son demasiado molestas, como para seguir llevándolas, mucha gente piensa que para otros como nosotros, quizás el momento nuestro está por llegar. Pero más allá de que no se puede seguir en picada, no se puede perder el norte y creer que la violencia que ha seguido estos movimientos son la salida a nuestros problemas. Nuestro futuro está en nuestras manos y se labra con votos, y, ¿qué es el voto, Sino el derecho a pensar y a elegir, nos quieren robar?, de ahí mi tendencia a siempre hacer hincapié en no bajar los brazos, en no callarnos, en no dejar de pensar, soñar y mucho más importante; no dejar de sentirnos venezolanos.
Los tiranos tiemblan cuando ven que sus colegas y sus regímenes caen y se tambalean, pero no por eso podemos pensar que todo viene del cielo, porque la lucha continúa, la lucha de pensamientos que es dónde se ganan las batallas, y no en un campo de guerra, que solo trae desolación y dolor. Esta pelea la ganamos en franca lid en el único modo que podemos hacerlo: en la urnas, y no en aquellas que llevarían los cadáveres de nuestros compatriotas, si se desatara una guerra civil, no, sino en unas elecciones, dónde hemos saboreado la victoria, dónde conocemos que podemos dar esa estocada que tanto orgullo nos ha provocado. No desesperemos, que esa energía que nos contagian los países que piden libertad nos lleve a perder el norte. Por las malas no es la salida y de eso estoy seguro. Queremos libertad, pero pedimos democracia, y la democracia se vive y se logra cuando se cree en ella, y no nos dejamos vencer por el miedo y la zozobra que nos han querido mentalizar a la hora de ejercer el voto, miedo que ellos han capitalizados con victorias legales, pero no por esto legítimas a la verdadera voluntad popular.
Venezuela necesita de ti, de mí, de nuestra voz, de nuestras denuncias, de una campaña que continúe desenmascarando las verdades de los fracasos de un régimen que está ahí gracias a nuestra inmadurez política y de nuestra falta de amor por el país. Nadie nos hace sufrir si nosotros no lo permitimos, y con abstenernos de reclamar, de pensar y opinar y ejercer nuestra mejor arma: el voto, nada logramos. Ya hemos sido víctimas de nuestros propios errores y de aquellos en la oposición que solo con sus decisiones han logrado facilitar el hecho que ellos se hayan perpetuado en el poder.
Sí, es verdad, se respiran aires de libertad, aires de naciones unidas que como sucediera en la época independentista, se contagia y se extiende, pero es el momento de construir la victoria. Los partidos se ganan antes de entrar en la cancha con la mentalidad, con una buena estrategia, jugando y marcando goles, no dando patadas a los contrarios.
Venezuela necesita de juego limpio, de jugadas de ensueño, de creer en esa victoria anhelada, no de caer en errores que terminen regalando al contrario más años de retroceso nacional.
Sí tiemblan lo colegas de los tiranos, claro que lo hacen, por eso hay que seguir vivos, no amedrentarnos, y luchar por un solo objetivo: Venezuela. Llegó la hora de hacer nuestros los colores de la bandera, las notas del himno, añorar nuestro suelo y nuestro cielo, saber que el mañana depende de nosotros, únicamente de nosotros, no de la OEA, ONU, ni de más nadie, sí se puede; gloria al bravo pueblo.
Fernando Pinilla
Por eso cuando se enciende un foco de libertad, este se contagia y se extiende ese efecto hasta otras latitudes, por más lejanas que estén. Ese efecto tiene un sabor dulce que se debe mantener, partiendo de mi eterna consigna; que la libertad de pensar y expresarse son derechos básicos de los seres humanos, y quizás de los más importantes.
El problema es que increíblemente en pleno siglo XXI vivimos aún en tierras que reclaman libertad. Aún los villanos sin escrúpulos existen, y siguen tanto como en la historia y la literatura intentando mantener hegemonías de terror, y cuando deberíamos estar evolucionando a pensamientos más amplios, para mejorar en nuestra esencia, vemos adelante y parece que lo hiciéramos atrás, al pasado, porque sencillamente vemos que los comportamientos de ayer y hoy pueden parecer un calco. Nino Bravo tenía razón en la canción “América”, cuando decía que nuestro continente era un pueblo que aún no había roto sus cadenas. Yo lo extiendo a muchos países del mundo y lo llevo a varios planos: primeramente el físico, el del entorno en que vivimos, pero más importante aún el de nuestras mentes, la libertad plena del ser humano, el estado máximo de sentirnos vivos y dueños de nuestro destino.
Hoy cuando vemos por la televisión, por internet, el bombardeo de imágenes e información sobre lo que sucede en aquellos países que están amarrados, y cuyas amarras ya son demasiado molestas, como para seguir llevándolas, mucha gente piensa que para otros como nosotros, quizás el momento nuestro está por llegar. Pero más allá de que no se puede seguir en picada, no se puede perder el norte y creer que la violencia que ha seguido estos movimientos son la salida a nuestros problemas. Nuestro futuro está en nuestras manos y se labra con votos, y, ¿qué es el voto, Sino el derecho a pensar y a elegir, nos quieren robar?, de ahí mi tendencia a siempre hacer hincapié en no bajar los brazos, en no callarnos, en no dejar de pensar, soñar y mucho más importante; no dejar de sentirnos venezolanos.
Los tiranos tiemblan cuando ven que sus colegas y sus regímenes caen y se tambalean, pero no por eso podemos pensar que todo viene del cielo, porque la lucha continúa, la lucha de pensamientos que es dónde se ganan las batallas, y no en un campo de guerra, que solo trae desolación y dolor. Esta pelea la ganamos en franca lid en el único modo que podemos hacerlo: en la urnas, y no en aquellas que llevarían los cadáveres de nuestros compatriotas, si se desatara una guerra civil, no, sino en unas elecciones, dónde hemos saboreado la victoria, dónde conocemos que podemos dar esa estocada que tanto orgullo nos ha provocado. No desesperemos, que esa energía que nos contagian los países que piden libertad nos lleve a perder el norte. Por las malas no es la salida y de eso estoy seguro. Queremos libertad, pero pedimos democracia, y la democracia se vive y se logra cuando se cree en ella, y no nos dejamos vencer por el miedo y la zozobra que nos han querido mentalizar a la hora de ejercer el voto, miedo que ellos han capitalizados con victorias legales, pero no por esto legítimas a la verdadera voluntad popular.
Venezuela necesita de ti, de mí, de nuestra voz, de nuestras denuncias, de una campaña que continúe desenmascarando las verdades de los fracasos de un régimen que está ahí gracias a nuestra inmadurez política y de nuestra falta de amor por el país. Nadie nos hace sufrir si nosotros no lo permitimos, y con abstenernos de reclamar, de pensar y opinar y ejercer nuestra mejor arma: el voto, nada logramos. Ya hemos sido víctimas de nuestros propios errores y de aquellos en la oposición que solo con sus decisiones han logrado facilitar el hecho que ellos se hayan perpetuado en el poder.
Sí, es verdad, se respiran aires de libertad, aires de naciones unidas que como sucediera en la época independentista, se contagia y se extiende, pero es el momento de construir la victoria. Los partidos se ganan antes de entrar en la cancha con la mentalidad, con una buena estrategia, jugando y marcando goles, no dando patadas a los contrarios.
Venezuela necesita de juego limpio, de jugadas de ensueño, de creer en esa victoria anhelada, no de caer en errores que terminen regalando al contrario más años de retroceso nacional.
Sí tiemblan lo colegas de los tiranos, claro que lo hacen, por eso hay que seguir vivos, no amedrentarnos, y luchar por un solo objetivo: Venezuela. Llegó la hora de hacer nuestros los colores de la bandera, las notas del himno, añorar nuestro suelo y nuestro cielo, saber que el mañana depende de nosotros, únicamente de nosotros, no de la OEA, ONU, ni de más nadie, sí se puede; gloria al bravo pueblo.
Fernando Pinilla
Cort. Diario La Verdad
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