Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
No estando ya Lina entre nosotros, Fosforito es la reina de la seccional Chavismo Femenino Duro. Su decurso militante está lleno de méritos incuestionables: le rasgó un cachete a Pérez Vivas en el sacro recinto parlamentario, se declaró fanática partidaria de las FARC, armó un berrinche de padre y señor mío en un avión porque la cacerolearon, entre otros muchos episodios que muestran su temple de acero.
Méritos, pues, no le faltan para ocupar el cargo de ministro de prisiones (o algo parecido). Algunos han hecho el chiste malo de que sólo a Chávez se le ocurre poner un fosforito al lado de uno de los problemas más explosivos del país. Pero éste ignora que a pranes de la estatura de Oriente, héroe de la batalla de El Rodeo II (contuvo un mes a miles de guardias bolivarianos, se fue luego con armas, billetes y escoltas; lo apresaron... sic transit gloria mundi), no le pueden enfrentar a la vaporosa Mary Pili o la juvenil Blanca Ekhout u otros clones de la Barbie.
También se objetó, ¿qué es lo que no objeta esta oposición?, que la dama no había dado nunca muestras de experiencia y experticia en la espinosa área, uno de problemas mayores y más permanentes de la república. Pues en menos que canta un gallo la muy aguerrida tomó el toro por las astas y lanzó dos proclamas tan anonadantes como radicales. ¿Cuál es el problema mayor de nuestros centros penitenciarios? Fácil, el hacinamiento. Pues bien, nada más sencillo: agarren unas decenas de miles de privados de libertad, casi la mitad, y se la restituyen, con lo cual habrá espacio suficiente para los infelices que queden privados del precioso bien.
Una medida complementaria, para impedir que el fenómeno se repita, es que no metan más nadie a las cárceles, salvo contadas excepciones, tales como que usted ponga una bomba en una guardería de lactantes. Luego, ya en condiciones espaciales convenientes, se les instruiría es un prejuicio nuestro, lo confesamos en técnicas disciplinarias del Gulag soviético que tan eficaces fueron en su tiempo y son de indudable estirpe socialista. Listo el pollo. La nación será territorio libre de pranes, se puede acabar con las insufribles CIDH y las ONG’s de derechos humanos, la guardia nacional irá recuperando su honra perdida y el Presidente puede hacerse su quimioterapia sin sobresaltos que atentan contra su salud.
El problema es qué pueden hacer esos liberados que, por cierto, no se dedicaron justamente a su redención en los perniciosos antros, antes por el contrario. Y se les puede ocurrir reincidir.
Con el agravante de que esta vez no perderán así no más su libertad. Lo cual seguramente agravará el problema de los problemas que enferma a los venezolanos, la inseguridad. No importa, cuando la cosa se haga insoportable, sobre todo en las encuestas electorales, se hará lo contrario y así sucesivamente. Lo importante es salir del oscuro presente, a como dé lugar.
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