Con la aplicación del decreto de ahorro eléctrico cayó la oscuridad sobre la ciudad, que ahora comenzó a acostarse más temprano, mientras sus habitantes exigen seguridad en las calles
A modo de broma, José González le decía el sábado a sus amigos: "Ahora la rumba será en las bombas o en areperas". Y el chiste tenía bastante de cierto.
Mientras se comían unas hamburguesas en la estación de servicio vecina al centro comercial San Ignacio, los encargados de los locales vivían el primer fin de semana del decreto para el ahorro energético, emitido por el Ministerio de Energía. Las manzanas adyacentes parecían el mobiliario de una ciudad fuera de servicio, como si aún no se hubiese despertado al año nuevo.
Las luces de los locales localizados en las terrazas del San Ignacio alumbraban la calle Los Chaguaramos y la avenida Blandín, usualmente oscuras.
Sin embargo, hace dos noches las sombrillas de los establecimientos estaban cerradas, pocos vehículos circulaban por las vías y la oscuridad espantaba a los escasos caminantes.
Mientras en México los comercios alargaron sus jornadas de funcionamiento para hacerle frente a la crisis, y en Argentina negocios como librerías, gimnasios y peluquerías se han adaptado al trabajo en las madrugadas para ganar usuarios extranjeros; en Caracas, 2010 comenzó con una ciudad obligada a acostarse temprano.
En los alrededores del Unicentro El Marqués, que suelen ser muy concurridos los fines de semana, el alumbrado deficitario era más notorio sin la entrada y salida de vehículos.
Del trecho que va desde el centro comercial hasta el acceso a la autopista, los bombillos no servían. En Palo Verde, la noche tampoco invitaba a andar a cielo abierto. La plaza estaba completamente a oscuras, al igual que la redoma de Petare.
La excepción fueron los alrededores de Plaza Venezuela.
Junto a la fuente, recientemente iluminada, se reunieron familias y parejas que, paradójicamente, optaron por el lugar por su iluminación. "Vinimos a pasar un rato agradable, ya que no nos quedan los centros comerciales. Aquí es chévere porque hay bastante vigilancia. Creo que con este decreto deben reforzar la seguridad", dijo Solángel Rojas.
En Las Mercedes, aunque muchos locales no abrieron sus puertas, otros establecimientos estuvieron al tope con el contingente que no pudo entrar a El Tolón. Algunos jóvenes y adolescentes se resistían a abandonar el centro de compras a las 9:00 pm, así que permanecieron en las escaleras de la entrada durante más de una hora. No obstante, los vigilantes informaron que los servicios continuarán con el uso de plantas eléctricas propias.
En la avenida Urdaneta, la vida nocturna se concentró en las cercanías de la plaza Candelaria. Más allá mandaba el silencio. En la avenida Andrés Bello la ciudad también seguía dormida.
Mientras se comían unas hamburguesas en la estación de servicio vecina al centro comercial San Ignacio, los encargados de los locales vivían el primer fin de semana del decreto para el ahorro energético, emitido por el Ministerio de Energía. Las manzanas adyacentes parecían el mobiliario de una ciudad fuera de servicio, como si aún no se hubiese despertado al año nuevo.
Las luces de los locales localizados en las terrazas del San Ignacio alumbraban la calle Los Chaguaramos y la avenida Blandín, usualmente oscuras.
Sin embargo, hace dos noches las sombrillas de los establecimientos estaban cerradas, pocos vehículos circulaban por las vías y la oscuridad espantaba a los escasos caminantes.
Mientras en México los comercios alargaron sus jornadas de funcionamiento para hacerle frente a la crisis, y en Argentina negocios como librerías, gimnasios y peluquerías se han adaptado al trabajo en las madrugadas para ganar usuarios extranjeros; en Caracas, 2010 comenzó con una ciudad obligada a acostarse temprano.
En los alrededores del Unicentro El Marqués, que suelen ser muy concurridos los fines de semana, el alumbrado deficitario era más notorio sin la entrada y salida de vehículos.
Del trecho que va desde el centro comercial hasta el acceso a la autopista, los bombillos no servían. En Palo Verde, la noche tampoco invitaba a andar a cielo abierto. La plaza estaba completamente a oscuras, al igual que la redoma de Petare.
La excepción fueron los alrededores de Plaza Venezuela.
Junto a la fuente, recientemente iluminada, se reunieron familias y parejas que, paradójicamente, optaron por el lugar por su iluminación. "Vinimos a pasar un rato agradable, ya que no nos quedan los centros comerciales. Aquí es chévere porque hay bastante vigilancia. Creo que con este decreto deben reforzar la seguridad", dijo Solángel Rojas.
En Las Mercedes, aunque muchos locales no abrieron sus puertas, otros establecimientos estuvieron al tope con el contingente que no pudo entrar a El Tolón. Algunos jóvenes y adolescentes se resistían a abandonar el centro de compras a las 9:00 pm, así que permanecieron en las escaleras de la entrada durante más de una hora. No obstante, los vigilantes informaron que los servicios continuarán con el uso de plantas eléctricas propias.
En la avenida Urdaneta, la vida nocturna se concentró en las cercanías de la plaza Candelaria. Más allá mandaba el silencio. En la avenida Andrés Bello la ciudad también seguía dormida.
Tomada de: el-nacional.com
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