domingo, 14 de marzo de 2010

El sabor de La Pequeña Habana

Por FABIOLA SANTIAGO/fsantiago@MiamiHerald.com

Se espera que el domingo cientos de miles de personas abarroten el corazón de la histórica Pequeña Habana --la colorida Calle Ocho-- para un festival anual de música, comida y cultura que se ha convertido en la mayor celebración de su tipo en Estados Unidos.

Pero el esfuerzo de 25 años por convertir el evento, con el típico chocar de las fichas de dominó-- en un destino cultural de todo el año es un sueño que sólo se ha hecho realidad parcialmente. Las fiestas, los autobuses llenos de turistas que recorren las galerías de arte y la designación oficial de Latin Quarter por parte del gobierno municipal de Miami en 1984 --con el fin de conjurar un sabor propio, como Nueva Orleans y mantener la arquitectura española-- todavía no han generado la vitalidad sostenida que los vecinos y negocios de la zona desean.
"Hemos avanzado, pero nos falta todavía'', afirmó Leslie Pantín, quien fundó los Kiwanis de La Pequeña Habana en 1975 y creó el Festival Calle Ocho y el Carnaval Miami.
Señales de progreso: atraídos por el encanto bohemio de la zona y su cercanía a Brickell Avenue, artistas y profesionales se han mudado a la zona y restaurado bungalows originales de Miami. El Tower Theater, una joya Art Deco, se benefició de una renovación de $3 millones. Y una nueva generación de exiliados cubanos abre negocios en la misma zona en que nombres familiares como El Dorado y López Optical abrieron el camino antes que el área perdiera impulso a principios de los años 80.
"La renovación y la cartelera del Tower Theater, los nuevos negocios como CubaOcho y las galerías de más nivel están creando sinergías'', comentó Pantín, "pero no hay suficiente actividad ni vitalidad comercial''.
Señales de problemas: por cada renovación, muchas propiedades quedan vacantes o dilapidadas. Los vagabundos merodean por las calles. Los negocios se quejan de pocas ventas. La mayoría de los monumentos en honor a los exiliados que combatieron por la libertad de Cuba están rajados o descoloridos. Letreros escritos a mano y colocados en los monumentos piden que se reporte el vandalismo a la policía.
"No hay suficiente actividad toda la semana'', aseguró Pantín, "y entonces esa gente se aprovecha para hacer esas cosas''.
Peto todos los meses, otra actividad festiva, los Viernes Culturales, que se celebran el último viernes de cada mes y que comenzaron en el 2000, atrae a una muchedumbre grande y diversa al tramo de la Calle Ocho entre las avenidas 13 y 17, llenas de galerías de arte, tiendas de artículos cubanos de otras épocas, plataformas para grupos musicales y restaurantes.
A medida que el sol se pone en un espectáculo de luz rosa y roja, los vendedores de arte colocan sus caballetes y mesas en una placita junto a la Calle Ocho, flanqueada por el Tower y el Parque de Dominó. Las coloridas obras de arte y artículos decorativos --desde juegos de tacitas de café decoradas, cajas de puros, imanes para el refrigerador-- evocan una Cuba perdida con la serenidad de las palmas, los gallos de pelea y los rumberos.
En una esquina cercana, hombres que llevan tumbadoras y claves desatan una descarga. El aroma del sofrito con ajo, el cimiento de la cocina cubana, permea el aire. Los que pasan caminando mueven las caderas al ritmo de las congas y siguen su camino como si la noche fuera un carnaval.
"Este es el corazón de La Pequeña Habana'', indicó el historiador Paul George mientras comienza un recorrido turístico a pie por el área. George, quien creció aquí, vive en un bungalow de pino y cemento de 1921 que sus padres tuvieron durante tres décadas.
El renovado Tower, operado por el Miami Dade College bajo la dirección de Orlando Rojas, director de cine cubano que desertó en el 2003, pasa todo el año películas artísticas e independientes y celebra actividades artísticas y conferencias. El teatro también es una de las sedes del Festival Internacional de Cine de Miami, que se celebra hasta el domingo.
Junto con películas intelectuales, la gente disfruta del folclor de una zona que se aferra a su identidad cubana a pesar de la llegada de inmigrantes de toda América Latina.
Cuando el proyector del Tower se daña, los asistentes comienzan a gritar la frase correspondiente, que data de cuando el proyeccionista se emborrachaba, se quedaba dormido y la cinta se cortaba.
"¡Cojo, suelta la botella!'', grita un hombre, provocando risas en la función de Los dioses rotos, una película cubana subida de tono, que llena el teatro casi todas las noches.
Un viernes por la noche reciente, John Rasmussen, profesor de producción fílmica que hace siete años se mudó de Nebraska a Miami, esperaba el comienzo de la película alemana The White Ribbon.
"Me gustan las películas que pasan aquí'', confesó.
Rasmussen agregó que el vecindario puede sorprender.
"El sábado pasado había un espectáculo punk-rock'', señaló Rasmussen de la presentación de Destroyio en The Art of Freedom, una galería de arte-café-bar en la Calle Ocho y la 13 Avenida que tiene un mural de Celia Cruz y en la pared exterior tiene pintados a George Washington, la Estatua de la Libertad y una bandera estadounidense.
El panorama artístico --impulsado por los Viernes Culturales, los coleccionistas de arte cubano y los turistas-- se ha ampliado más allá de las esculturas de gallos y retratos de Yemayá de años anteriores.
Un puñado de galerías de arte moderno y contemporáneo han abierto en los últimos años, aunque no a todas les ha ido igual. Algunas han cerrado, pero Maxoly Gallery y Cremata Fine Art siguen ahí; Leal Gallery, Imago Gallery y Obrapía Fine Art son nuevas. Zu Galería Fine Arts, que se promueve con un blog en internet y Facebook, celebra lecturas de poesía. Who We Are, un proyecto de instalación curado del colectivo artístico W-10 dirigido a impugnar la influencia de los medios masivos sobre la vida diaria, está en la sede oficial de Viernes Culturales en 742 SW 16 Ave.
Los espacios contemporáneos coexisten con el folclor y la cultura que hacen de La Pequeña Habana un lugar único. Molina Fine Art, que se especializa en pinturas de santos populares entre los católicos y los santeros, recientemente realizó un toque de santo, donde suenan los tambores alrededor de la efigie de Eleguá, el orisha del que se dice desbroza los caminos.
Los propietarios de galerías y los artistas locales dicen que la recesión los ha afectado, pero siguen comprometidos con la zona.
"Seguimos aquí y estamos sobreviviendo'', señaló Enaida Unzueta, quien vende en la Galería Unzueta fantasiosas pinturas en acrílico y pasteles de su hermano Ramón, que vive en Islas Canarias.
"Algunos días son buenos y otros malos'', comentó Agustín Gaínza, cuyo pintoresco estudio y galería de arte funciona desde hace nueve años. "Hoy un conservador parisino que visitaba la ciudad vio mi obra y gente de Georgia que visitaba por primera vez la Calle Ocho también pasaron por el estudio. Nada de esto hubiera ocurrido de estar yo en mi casa y no aquí''.
Pero los muchachos más nuevos en la Calle Ocho tienen empresas híbridas que combinan diferentes facetas de la cultura cubana bajo un mismo techo.
El complejo CubaOcho del 1465 8 Street es al mismo tiempo una galería de arte, un centro de investigaciones, un bar y un club nocturno. Los viernes presenta funciones de jazz con Carlos Averhoff, ex miembro del famoso grupo cubano Irakere, que suele tocar con su grupo. El pianista Roberto Lozano y la cantante Grace de España no hace mucho interpretaron tangos y coplas. También han actuado las "reinas del bolero'' Vicky Roig y Renee Barrios.
Paisajes de escenas campestres tradicionales llenan la sala principal. Una pared está cubierta de libreros que contienen una envidiable colección de libros históricos y de las revistas más populares anteriores a 1959.
"Los he comprado y coleccionado durante años y ahora deseo compartirlos con la gente para que pueden conocer la historia de Cuba'', indicó Roberto Ramos, presidente de CubaOcho. "Es un centro dedicado a la investigación y la promoción de la cultura cubana y un lugar donde la gente puede divertirse y disfrutar de la música''.
El empresario de 45 años, ex campeón de karate de huyó de Cuba en un bote en 1992, es parte de una nueva generación que está ampliando las fortunas de la zona y apuesta por su capacidad para atraer clientes.
Fabio Díaz, copropietario del centro nocturno Hoy Como Ayer, ubicado en la zona, inauguró en el 2006 el café teatro Kimbaracumbara, en el 1668 de la Calle Ocho.
Pedro Jaime y su socio Octavio Gallardo abrieron El Nuevo Siglo en el 1305 Calle Ocho en 1998 y hace siete años renovaron completamente la instalación para convertir el espacio en una cafetería, panadería y barra de vinos, con un diseño a base de maderas preciosas y asientos modernos.
"No hay nada parecido a esto'', dijo Jaime, ingeniero industrial de Pinar del Río que llegó a Miami hace 14 años con el sueño de iniciar un negocio. Trabajó largas jornadas en varios restaurantes de la zona, entre ellos el famoso Versailles, aprendió todo lo que pudo y ahorró dinero para crear El Nuevo Siglo.
El Nuevo Siglo acoge en la hora de almuerzo a gente del distrito empresarial de Brickell, así como a los vecinos de última hora que compran víveres y productos de panadería o se detienen después del trabajo a beber una copa de vino o a disfrutar del arte de la conversación.
También llegan turistas de lugares tan lejanos como Italia, Alemania y Australia, señala Jaime.
"Llegan con un trozo de papel con instrucciones de cómo llegar hasta aquí, que alguien les dio cuando regresó a su país'' añadió. "Todo es recomendación oral''.
El Nuevo Siglo está frente al Cuban Memorial Boulevard, donde hay una llama ardiente en honor de los veteranos de la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, donde se han celebrado numerosas manifestaciones anticastristas. Al lado hay una tienda dedicada a la venta de estatuillas de santos y orishas, y algo más lejos otras que se especializan en tabacos, guayaberas y pulóveres que dicen "Cubanita'' y prometen entregar la fórmula de "Cómo mantener felices a las esposa cubanas''.
Uno de los consejos: "Decirles mami''.
"Elegí vivir en esta zona por su carácter bohemio'', afirmó el artista Luis Pardini, quien se mudó de Nueva York hace 11 años y renovó una casa de 1924 en la Calle 10 y la Avenida 18, que según la leyenda era de una familia judía.
"Es cierto que la zona ha mejorado y durante los años de auge inmobiliario pudimos contemplar nuestro aporte a los proyectos, pero las dificultades económicas también nos afectaron''.
"De todos modos'', amplió, "creo que los tiempos buenos volverán''.
George, el historiador que ha sido testigo de las fortunas y infortunios de la zona, realiza recorridos turísticos gratis los Viernes Culturales a las 7 p.m.
Señala que los Mehrtens, que vivían en una agradable casa de dos pisos que fue renovada por nuevos propietarios cubanoamericanos, enseñaban inglés a los niños que llegaron en la Operación Pedro Pan en los años 60.
Menciona que la instalación Los Pinareños, dedicada a la venta de frutas y jugos, fue propiedad alguna vez de un bahameño. Camina frente a la casa "Pepto Bismol'' de un rosado subido con un letrero que dice "Se vende'' y la casa colonial del primer alcalde de Miami, John D. Reiley, que ahora es una iglesia.
Recuerda a la gente que los cubanos se instalaron en la zona antes de 1959, cuando los exilados del régimen de Batista también buscaron refugio aquí.
"El resto'', expresó George, "es lo que ellos llaman historia''.

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