domingo, 15 de agosto de 2010

Guaco está a punto de celebrar su primer medio siglo de existencia

Aguado: "No cuento los discos que se venden, cuento los aplausos. ¿Discos de oro? Esa estadística no la llevo yo"
 
MARÍA GABRIELA MÉNDEZ |  EL UNIVERSAL
Guaco está a punto de celebrar su primer medio siglo de existencia y uno de sus fundadores y líder, Gustavo Aguado, aún no se lo cree. De hecho, atribuye el milagro a La Chinita: "Se lo atribuyo a un aspecto divino, a La Chinita, la que nos ha dado la sabiduría de permanecer en el tiempo. No me lo creo. Es ley que tiene que haber una bajada. Pero el grupo se mantiene. Tiene que ser La Chinita".


Y es por esa razón y por la inseguridad, que Aguado se tatuó a la Patrona del Zulia en la espalda. "Me gustaba mucho el oro y como me han robado tres medallas de la Virgen entonces me la tatué. Si me roban, me van a tener que quitar el cuero. Me la bendijo un padre y todo", dice mientras se sube la camisa para mostrarla.

Pero además del poder divino, el secreto que ha mantenido a Guaco es, a su juicio, el cambio constante. Ya lo ha dicho otras veces, Aguado le huye a la rutina. "La perpetuidad del grupo se logra por los cambios. La rutina acaba hasta con un matrimonio de 40 años".

Y es que de ese primer grupo -el Conjunto Gaitero Estudiantil Los Guacos del Zulia- que se reunió por primera vez en una casa de la Urbanización Sucre de Maracaibo, en 1961, probablemente lo único que se conserva es el deseo de seguir innovando. La gaita se convirtió en la excusa para hacer la música que querían. Con la idea de adornarla, remozarla, hacerla más rica musicalmente, fueron incorporando instrumentos que no eran propios de ese ritmo tradicional zuliano y aunque fueron tildados de herejes, siguieron adelante.

La irreverencia les marcó el sendero y hoy, Guaco es también un género, difícil de definir por ser un crisol donde hay un poquito de todo. Y Aguado insiste en recalcar lo que ya todos saben desde hace 30 años: "Nosotros no hacemos gaita".

Violines, flauta, bajo, batería, guitarra eléctrica y timbales fueron algunos de los instrumentos que hicieron poner el grito en el cielo a los más acérrimos tradicionalistas, a quienes les respondían con música. En Gaita de mi sueño cantaban "no me importa que me digan que no te quiero". Y en Gaita siempre será gaita explicaban que ahora era "más moderna, más estilizada". Así, poco a poco, se fue imponiendo un estilo que trascendió el Zulia y que dejó de escucharse sólo en diciembre.

Sus éxitos de todos los tiempos -Pastelero, Cepillao, A comer, Un cigarrito y un café, Sentimiento nacional, Las cuatro estaciones, Todo quedó, quedó- se han convertido en clásicos de la música venezolana.

"Hace 30 años metimos el bajo, la guitarra, la tumbadora que es lo que usa la gaita de ahora. Es decir, que sí sirvió de algo", explica Aguado.

Entonces, ¿cómo se puede definir Guaco? "Música para la cabeza y para los pies. Es una manifestación muy nuestra. Tiene mucho de venezolano, por lo creativo, por la mezcla. Es la respuesta de Venezuela a la música latina. Es la salsa de Venezuela. Es música latina pero no se parece a la salsa que hacen en Puerto Rico, Nueva York o Cuba", asegura.

Y quién lo duda si tomaron de la Onda Nueva de Aldemaro Romero, Alí Primera, Cheo Feliciano, e Ismael Miranda, por nombrar algunos. Y eso no ha cambiado. "Escuchamos de todo. Somos devoradores de música", dice Aguado. Ningún ritmo está execrado de su Ipod.

El grupo tomó su nombre de un ave que por creencias era considerada de mal agüero, como una revancha con otro grupo de gaitas vecino, Los 13 pavosos. Pero la trascendencia musical de la banda ha mostrado que de pavosa nada. Pájaro de mal agüero llaman al pájaro guaco, si yo lo agarro lo raspo y lo convierto en gaitero, fue el primer verso que le compusieron al grupo de los inicios y que parece haberse convertido en un designio.

El apellido Aguado, que tantos malos ratos le hizo pasar por la burlas de las que era objeto en el colegio (y razón por la que Gustavo estudió en Pamplona, Colombia), tampoco fue una señal de lo que vendría después. Gustavo Aguado lo dice sin pena: "El apellido no más, de lo demás estoy durísimo".

Y lo dice por él, pero también por la banda que siempre está en su mejor momento. Y no necesariamente porque acumule en su haber numerosos premios. En realidad, a Aguado no le importan mucho los premios, menos aún los discos de oro. "No cuento los discos que se venden, cuento los aplausos. Esa estadística no la llevo yo. ¿Disco de oro? ¡Pero si no recibo nada! Lo que más me place de este trabajo es el afecto y el premio más importante es el respeto. Porque los Billboard, los Premios Lo nuestro, eso se consigue con dinero... Esta pasión, el respeto, eso no se compra. Ya con eso me siento complacido. Claro que faltan muchas cosas por hacer porque el cielo es el techo".

¿Qué les ha faltado para afianzarse más fuera de Venezuela? "Un empresario que tenga dinero. El negocio de la música es eso: tener dinero porque ya el talento no cuenta. A cualquier disfraz sonando lo llaman artista. Me atrevo a decir que el valor que le dan al trabajo que hacemos aquí, eso también va a pasar afuera, estoy seguro de eso. Aunque tengamos que recurrir a los métodos tradicionales.

-El mundo tiene los ojos puestos en el movimiento musical venezolano gracias a José Antonio Abreu...

-Todos los días le doy gracias a Dios de que ese señor haya nacido en Venezuela. Es una de las bendiciones más grandes. Para mí él debería ser el presidente de este país. Gracias a su trabajo ahora somos la potencia del mundial en música.

Si en un momento fueron blanco de críticas hoy son un punto de referencia en la música y los zulianos -y los venezolanos- se sienten orgullosos de Guaco. "Nos valoran mucho", reconoce feliz Aguado. En las típicas rivalidades entre caraqueños y maracuchos se suele decir: "Nosotros tenemos a Guaco, ¿ustedes qué tienen?".

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