martes, 5 de octubre de 2010

General fue sorprendido en la cocina de su casa con su familia

En la morgue de Bello Monte un contingente estuvo esperando para hacer 
el traslado del general hasta una funeraria (Fernando Sánchez)
Presumen que el maleante que mató al militar resultó herido en el tiroteo
 
MARÍA ISOLIETT IGLESIAS |  EL UNIVERSAL
Los vigilantes de la garita no escucharon los tiros, pero sí los gritos. A 150 metros más o menos, se oía a una mujer desesperada que pedía ayuda. "¡Auxilio, auxilio!, llamen a una ambulancia, por favor... ¡Auxilio!", decían desde el balcón de la quinta Nora, en Loma Linda. Era domingo, 8:55 pm.

Uno de los vigilantes que estaban de guardia en la churuata que sirve de garita tomó la moto y subió rápido a verificar qué pasaba. "Nosotros pensamos que se trataba de un caso de violencia de género", dijo el custodio, sin dar su nombre.

Cuando llegó, se enteró de la desgracia: cinco hombres, que habían ingresado a la urbanización por el único acceso que permite la entrada de carros -frente a la garita-, había irrumpido en la casa del general de brigada de la Guardia Nacional (en condición de retiro) Eduardo José Hernández Rodríguez, de 60 años, y lo habían matado. En el tiroteo, además, dos de los hampones también habían caído.

En ese momento el sereno intentó ayudar. No pidió refuerzos de inmediato porque el transmisor que usa el grupo no funciona desde hace unos días.

Testigos contaron que en medio de la desesperación, la misma familia tomó el cuerpo del militar, lo sacó del cuarto, lo montó en un carro y se lo llevó a una clínica. Sin embargo, el esfuerzo no sirvió. Siete tiros, reporta el informe de la morgue de Bello Monte, segaron la vida del militar.

Antes de la muerte
Aún no se ha establecido cómo fue que los cuatro de los cinco hampones entraron a la casa del general. Pero lo cierto fue que no violentaron alguna cerradura y tampoco hicieron ruido que alertara a la familia.

La quinta Nora está dividida en tres: la casa principal y dos townhouses; en uno vive uno de los hijos del general y en el otro un amigo de la familia.

El domingo en la noche, explicó un allegado, en la cocina de la casa principal, cenando, estaban el general, su esposa, su hija con el novio, la abuela y una niña de tres años. Los dueños de los townhouses estaban en sus casas. De pronto irrumpieron cuatro de los cinco hombres armados y los sometieron. "Llévense todo lo que quieran, pero no jodan a nadie", dijo el general a los maleantes, contó un allegado. "¿Dónde está la caja fuerte?", le preguntaron. "Yo los llevo", dijo el militar.

Mientras el militar subía con tres maleantes, uno se quedó con el grupo familiar en la cocina, vigilándolo..

Arriba, entraron al cuarto principal y les abrió la caja de seguridad. Adentro tenía un arma cargada. De inmediato la sacó, se dio la vuelta y empezó a disparar a los maleantes. Los hampones respondieron. El militar cayó y dos hampones también. Solo uno pudo ser identificado: Jean Carlos Ciri Rojas, de 31 años, solicitado por robo. El otro no tenía identificación.

Los allegados al militar presumen que el tercero resultó herido, pues encontraron rastros de sangre que no era la del general. Tras el tiroteo, los dos ladrones salieron de la casa, abordaron la camioneta Blazer en la que llegaron y salieron por donde entraron: el acceso que cuidan desde la garita.

El Cicpc abrió la averiguación del hecho. Esa misma noche hicieron las primeras experticias. Los vigilantes aseguran que hacen lo que pueden. "Aquí los vecinos no dejan que uno identifique a los familiares, o tome registro de los datos. Suelen ser muy groseros, así que muchas veces para ahorrarnos insultos o malos tratos, dejamos que entren sin problema... nuestra garita es una churuata abierta, no tenemos protección... además anoche había una fiesta en una casa cercana a la del general", dijeron.

Ayer en la mañana en la quinta Nora había dolor agudo. Adentro el recuerdo estaba vivo, y afuera también. A unos pasos de la puerta, justo en la orilla del escalón que conduce a la rampa del estacionamiento reposaban las pantuflas ensangrentadas del general.

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