lunes, 4 de abril de 2011

Infantilismo/Fernando Rodríguez 04abr11

Lo malo de todo el asunto es que no sólo nuestros ratos de ocio juguemos nintendo o que consideremos a Mikel Jackson una reencarnación de Jesús, sino que las cosas llamadas serias las enfoquemos como productos mediáticos


Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
Que Shakira, Dios la guarde, se haya empatado con un futbolista famoso es noticia de primera plana en buena parte del mundo, la más civilizada por cierto.

Igualmente que el príncipe Guillermo haya decidido no usar anillo de bodas en su próximo matrimonio no es cosa deleznable mediática y globalmente hablando. Y no hay que reiterar, todos sabemos como se bate el cobre en la pantalla chica, en el internet, en el Hola favorito, en las páginas de Osmel, en las conversaciones light...

En lo cual podría no haber nada de malo, si pensamos en los horrores que recogen los grandes titulares de prensa: terremotos descomunales, sangrientas guerras fratricidas, deterioro del planeta, peligros atómicos o asesinatos en las calles de Caracas.

Un tanto de banalidad podría ser un buen placebo contra el stress existencial y las trastadas que nos hace la vida, la traicionera vida como dice el filósofo Pedro Espinoza.

Pero uno tiene la sensación, dada la cuantía de placebos ingeridos, que nos estamos imbecilizando a una velocidad desconocida en otros tiempos. O, para no ser ofensivos con la especie, nos estamos infantilizando, que es más cálido.

Fíjense ustedes que las majores de Hollywood han decidido, crisis financiera mundial de por medio, que el objetivo mayor de sus producciones son los adolescentes, no sólo porque son los que más van a las salas sino porque esas películas arrastran también a los mayores y son las que producen las grandes explosiones de las taquillas. Esos dramas para adultos, ni de vaina hablamos de arte, sólo muy de vez en cuando. Avatar para todo el mundo y en 3d.

Ortega y Gasset, y eran otros tiempos más temperados, hablaba del juvenilismo que se apoderaba de la sociedad. Ya los hijos no añoraban vestirse algún día como sus padres: corbata, chaleco, elásticas, leontina, cigarrillo...; sino que los padres comenzaban a adoptar la vestimenta informal y colorida de sus descendientes.

Como es evidente esta inversión se ha dado, unas décadas después, casi en términos absolutos y ya ni el Presidente de la república o de la Asamblea locales se visten como debieran, como lo hacía el doctor Caldera.

Dese un paseo por las dependencias médicas del Instituto de Profesores de la UCV y encontrará a su adusto y muy formal profesor de Latín II, ya muy deteriorado físicamente, con una franela del Real Madrid, unos zapatos adidas y un sombrerito de pescador.

Del juvenilismo al infantilismo no debe haber mucho trecho. Lo malo de todo el asunto es que no sólo nuestros ratos de ocio juguemos nintendo o que consideremos a Mikel Jackson una reencarnación de Jesús, sino que las cosas llamadas serias las enfoquemos como productos mediáticos.

Un solo ejemplo, a menudo elegimos presidentes no por sus ideas o probada experiencia sino por imagen: que pegue duro como Shwarzenneger o que sea tan excéntrico como Humala o tan demente como Gadafi. Que diviertan pues. Ojo con el 2012. 

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