lunes, 29 de agosto de 2011

Cabezas rapadas/Simón Boccanegra 29ago11


Desearía que el gesto solidario no se quede en unos humildes activistas y contagie a los dirigentes duros, esos que confiesan su disposición "a dar la vida por el Comandante"


Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
A mitad de camino entre el zonzo jalabolismo y el culto a la personalidad, un grupo muy reducido de militantes del PSUV le ha dado por cortarse el cabello no se sabe si como tributo a Chacumbele o en un acto de solidaridad con los compatriotas que padecen de cáncer y que, leyendo los diversos trabajos publicados en estos días, pasan serios apuros para ser atendidos, debido a las insuficiencias de un servicio público de salud cada vez más deficitario y calamitoso.

El simbolismo ha trascendido las fronteras y unos jóvenes dominicanos prendieron la mecha: la semana pasada fueron presentados en Miraflores, luego de ser transportados por un avión de la Fuerza Aérea, por cierto con el mismo componente militar que se negó a trasladar a Caracas a la joven “agredida” por un carnicero en Trujillo disfrazado de médico cubano, y quien intentó sacarle una muela en un Barrio Adentro.

Los cabezas rapadas podrían convertirse en una fracción dentro del chavismo, porque además de la docena de pesuvistas barineses, se sumaron 10 buseteros de Caracas, y es posible que otros revolucionarios se acojan a una moda que “inventó” el otrora Banco Federal antes de que el Gobierno le metiera la mano.

Este minicronista desearía que el gesto solidario no se quede en unos humildes activistas y contagie a los dirigentes duros, esos que confiesan su disposición “a dar la vida por el Comandante”. Me refiero, entre otros, a Cilia Flores, Nicolás Maduro, Carlos Escarrá y Diosdado Cabello, cuyo apellido haría un valioso honor a esta ofrenda.

Tampoco deberían quedarse los generales Rangel Silva y Mata Figueroa; ni los periodistas Desirée Santos Amaral y Earle Herrera quienes, vergonzosamente, auparon el cierre del semanario 6to Poder, olvidando que una vez lucharon contra la censura en todas sus formas.

En fin, el culto a la personalidad da para todos. Y como el mismo Presidente prohibió vestirse de rojo y gritar el “Patria, socialismo o muerte”, hacerse el corte del Banco Federal constituye el único gesto de admiración a este militar de puntería torcida que, en 13 años de gobierno, no ha hecho más que inventar y errar, y todavía tiene el caché de pedir otra oportunidad.

Menos mal que el pueblo –incluso aquel que lo ha seguido– sabe cómo es la cosa. Lo escucha atentamente y después le dice “lo siento, como Presidente estás raspao”.

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