Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Maduro mismo ha dicho que sus adversarios creían que estaba jugando y les ha demostrado lo contrario con las contundentes acciones sobre el comercio.
Es posible que los mentados adversarios se basaran en el principio de que perro que ladra no muerde, dado que Maduro se la pasaba día y noche, de lunes a domingo, insultando y mintiendo, mintiendo e insultando. Y el Heredero tiene razón si esa era la situación, no hay duda de que él y su tropa están dispuestos a morder, de verdad, sin soltar la presa.
Tanto que sería demasiado largo hacer un listado de las dentelladas recientes, contra diputados y gobernadores, contra la paz y la normativa electoral, contra los medios, contra los más elementales principios de la teoría económica (no se sabe si inspirados por el entrañable y distante bolivariano Mugabe o la muy criollita María Bolívar) y contra la Constitución, las leyes y la moral públicas. Ya de mucho de eso hemos hablado en este espacio.
Nos vamos a referir ahora a la Habilitante, obtenida con métodos tan torcidos que hasta el muy prudente Insulza tuvo que señalarlos. Bueno, esta joya de la fusión de poderes, de postración del Legislativo, de derrota de Cabello frente a su rival, ahora literalmente repotenciado, fue expandiendo sus tentáculos, de la corrupción a la especulación, de hecho a la economía toda y, a última hora y usando cartas marcadas, nada menos que a la defensa y seguridad de la patria, contra quienes atenten contra ella.
Y basta oír a los diputados oficialistas en la “histórica” sesión aprobatoria que ya no se trata del Imperialismo de siempre sino de sus compañeros del Hemiciclo y la oposición en general a la que hay que atacar, el famoso “enemigo interno” que alguien había censurado en la primera y muy siniestra versión del Cesppa. Represión y despotismo pues, dicho sin muchas hojas de parra. Y, decimos nosotros, preparativo para los cataclismos económicos y sociales con que vamos a entrar en el año 2014 que, a no dudar, no será feliz.
Pero hay algo que la jauría ha puesto como objetivo mayor, desde hace ya un buen rato, la odiada libertad de expresión. Cada vez las acechanzas y los ataques son más descarados y torpes. No bastó con las compras de amplios territorios mediáticos, justamente para mediatizarlos, o la desatada furia de las cadenas.
Acaban de botar al periodista Omar Lugo, que había hecho una destacada labor como director de El Mundo, por orden expresa y pública de Maduro, a la manera del Padre, a causa de un titular, por demás técnico y objetivo, que no fue de su agrado. Sus compañeros de Redacción, el SNTP y el Colegio de Periodistas han protestado valientemente el atropello (¿cómo la ves, Díaz Rangel, es tu casa?) de los nuevos propietarios.
Y la Defensoría del Pueblo acaba de actuar judicialmente contra El Universal por una foto de unas manchas de sangre de un asesinado, apelando a la Lopna, como si los periódicos fuesen hechos para consumo infantil, como si los chamos no vieran cualquier cantidad de horrendos crímenes en la TV casera y como si en este país no matasen más de 20 mil ciudadanos cada año. Sin duda se trata de amedrentar, de acallar, de hegemonizar la opinión, a la cubana. Y esa dictadura de la palabra ciertamente la han acercado mucho, por diversos caminos.
Hay que enfrentar esa desmesurada ferocidad. Les creemos, no son balas de salva, son de plomo. Y quieren cada vez más represión. Hasta Escarrá, ese pájaro de la noche, pide cabezas. La calle del sábado demostró, realmente, ser una buena vacuna antirrábica.
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