Por: Teodoro Petkoff/TalCual
Cómo explicar la inmensa manifestación del sábado pasado si no es como expresión del elevadísimo nivel de insatisfacción popular existente frente a la gestión del gobierno? No fue una marcha más, de las centenares que ya ha habido, sino una poderosa acción de protesta y reclamo ante la incapacidad del gobierno de atender las decenas y decenas de razones que tiene la gente para protestar una pésima conducción del Estado.
Dijimos hace poco tiempo que la economía comenzaba a acorralar a Maduro; pues bien, ya lo tiene contra las cuerdas. El país viene mostrando que está harto de una gestión administrativa y política que no da pie con bola. El país está exigiendo una rectificación a fondo del modo como se está conduciendo la cosa pública. Pero existe una prelación en esa exigencia y es la de que se disuelvan y desarmen los llamados “colectivos”, que se han transformado en un engorroso factor de perturbación pública. Esa prelación es necesaria porque hablar de “diálogo”, como con frecuencia lo hace Maduro, pero al mismo tiempo mantener activos grupos armados, dedicados a sembrar el terror, es un contrasentido. Invitar a dialogar, al tiempo que se coloca una pistola sobre la mesa, es una burla, una cuchufleta, que niega el propio llamado que se hace.
Proceder de este modo no es otra cosa que tratar de simular que se atiende la exigencia nacional por un clima de paz y por el cese de la violencia mientras se actúa de un modo que propicia todo lo contrario.
Dialogar implica ante todo identificar aquellos temas que concitan el interés nacional, cosa nada difícil porque no son otros que aquellos que con mucho tino y coraje ha colocado sobre la mesa el gobernador del Táchira, Vielma Mora. Cuando este pide cese a los excesos en la represión es porque admite que los ha habido y que ve en ello una de las causas fundamentales del espeso clima de desasosiego que agobia al país. Los “excesos” en Táchira, que Vielma reprocha, obviamente le habrían costado el cargo al general de la GN Bermúdez Pirela y la designación de uno nuevo en su lugar, el general Vivas Landino. “Aquí nadie está autorizado para ejercer la violencia”, indicó Vielma Mora, con lo cual reclamó para sí el respeto a su autoridad, pues sólo a él compete todo cuanto atañe al orden público en la entidad que dirige.
“Borrón y cuenta nueva”, pide Vielma Mora y aboga por la liberación de los presos políticos, incluyendo entre estos a Iván Simonovis y a Leopoldo López. “Necesitamos creer que eso va a ocurrir”, exclama con angustia el gobernador del Táchira, al tiempo que anuncia que hará ese planteamiento al presidente Maduro. A pesar de que, como dijo, no tiene injerencia en las operaciones policiales y militares, se mantendrá vigilante de ellas para “mirar por el respeto a los derechos humanos”, subrayando que está “en contra de tratar manifestaciones pacíficas con violencia y atropello”, rematando que por eso él “ha dejado que en el Táchira los estudiantes protesten en su zona”. “Yo estoy de acuerdo con la protesta pacífica. Los derechos individuales y colectivos no pueden ser cercenados”, concluyó, por si alguien no había entendido bien lo que antes dijera. Ciertamente el gobernador del Táchira apunta a las condiciones necesarias para abrir el camino hacia la paz, justamente las que habíamos señalado al principio de estas líneas.
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