SEBASTIÁN BOCCANEGRA/TalCualDigital
En un país donde mande un gobierno serio el ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, debería haber renunciado. Evidentemente que ese no es el caso de Venezuela. Resulta que varios escoltas de Miguel Rodríguez Torres, quien ocupa la referida cartera ministerial, son los responsables, por lo menos, del asesinato de Bassil Dacosta y de haber herido a dos personas más en La Candelaria el pasado 12 de febrero.
El ministro ha justificado la intervención de policías regionales porque los gobernadores no las controlan, pero con lo ocurrido el referido día queda demostrado que tiene muy poca autoridad moral para realizar dichas intervenciones cuando él no controla ni a sus propios escoltas.
De la actuación de los referidos funcionarios surgen varias preguntas: ¿actuaron dichos agentes por su cuenta y riesgo o fueron mandados a esa manifestación por su jefe, el ministro?
¿Usaron sus armas de fuego para causar muertes y complicarle la existencia al gobierno de Maduro? ¿Forma parte el ministro de alguna corriente oficialista interesada en generar violencia? ¿Qué hacían esos funcionarios allí cuando entre sus tareas no está reprimir manifestaciones públicas? ¿No saben los funcionarios del Sebin que la Constitución prohíbe el uso de armas de fuego para controlar manifestaciones?
Si el ministro Rodríguez Torres tuviera un poco de respeto por sí mismo hubiera presentado la renuncia al cargo que mal ejerce. Claro que eso es mucho pedir si ni siquiera ha tenido la gallardía de dar una explicación sobre lo ocurrido.
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