Una remontada espectacular, no apta para cardíacos. 5.268 personas pagaron su entrada anoche en el Estadio Universitario, pero parecieron más de veinte mil cuando Héctor Giménez conectó un triple barrebases en el cierre del octavo tramo, que volteó el marcador y le dio el triunfo a Tiburones de La Guaira sobre Bravos de Margarita 6x5.
El batazo del refuerzo de Tigres hizo delirar a los presentes, no sólo por la victoria dramática, sino porque alimenta las esperanzas de los escualos en sus intenciones de estar en la final. La caída hubiese significado un traspié moral doloroso, pero ahora, se colocan a medio juego de Leones, ocupantes del segundo lugar.
“Soy un bateador agresivo, había fallado en el turno anterior con dobleplay, pero me concentré en dar un hit que era lo que necesitábamos. Este equipo tiene convicción”, dijo Giménez tras la victoria. El batazo llegó ante Antonio Alfonseca, y consiguió a Renny Osuna (hit), César Suárez (boleto) y Oscar Salazar (boleto) en las almohadillas.
Lástima para los visitantes, que habían labrado el triunfo con paciencia; primero porque tenían un marcador adverso y lograron colocarlo a favor (5x2), y segundo porque el abridor Jeff Farnsworth volvió a fracasar y el manager Luis Dorante luchó desde el segundo inning con su bullpen.
Pero el descontrol fue la máxima guillotina de los celestes. En total concedieron doce pasaportes, un factor que los litoralenses no pudieron aprovechar… hasta el octavo, cuando llegó el imparable de Giménez que se le “arrastró” a Frank Díaz y fue a dar al fondo del center field.
Fue el colofón de una victoria inesperada, pues los escualos parecían dormidos. “A los muchachos les pegó un poco la presión, sin duda. Se sabía de la importancia de conseguir este partido y se sintieron contra la pared cuando se pusieron abajo. Pero volvieron a demostrar de qué están hechos”, sentenció el manager Carlos Subero.
Tomada de Meridiano
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