Nuestro Presidente Comandante en Jefe se ha declarado esencialmente un soldado de la patria, antes que un ciudadano, y con un soldado no hay mucho que razonar: reacciona por reflejos condicionados
Por: Roldán Esteva-Grillet/Tal Cual
Su sueño más recurrente lo presenta encaramado en un tanque con unos binoculares, oteando cómo la aguerrida infantería bolivariana, apoyada por la artillería bolivariana junto a la aviación bolivariana hacen papilla del enemigo.
El complejo le viene de una famosa foto de Fidel Castro dirigiendo las operaciones contra la invasión de mercenarios por Bahía de Cochinos.
El primer viaje continental, una vez ganadas las elecciones en 1998, lo inició Chávez en Ciudad Bolívar y lo concluyó en Santa Marta. Allá rememoró el gran sueño de Bolívar, la unión de las tres repúblicas en la Gran Colombia.
Estando Lula en su primera campaña presidencial, alguien le preguntó sobre Chávez, y declaró que el problema del líder venezolano era ser militar y no político.
En efecto, nuestro Presidente Comandante en Jefe se ha declarado esencialmente un soldado de la patria, antes que un ciudadano, y con un soldado no hay mucho que razonar: reacciona por reflejos condicionados.
Y como Venezuela le queda chica para su ego, ha extendido su influencia y poder corruptor a otros países, con mayor éxito político que el deseado por Fidel con la exportación de sus guerrillas en los sesenta.
Pero la guinda de la torta, Colombia, se le resiste, si bien en su seno operan fuerzas irregulares de larga data que lo ven como el salvador. Él las protege contra toda calumnia que pretenda hacerlas pasar por terroristas o peor, narcotraficantes: sólo son beligerantes, luchadores sociales, santos de su devoción.
Si es cuestión de explicar los males del país, si no son una matriz de opinión cocinada por los enemigos internos y externos del proceso, se le achaca a alguien de fuera: la CIA, el Pentágono, el Imperio; y últimamente, en particular, sobre la inseguridad creciente, a una violencia exportada desde Colombia e inoculada por los paramilitares que se internan en las zonas pobres para distribuir las drogas que enloquecen a nuestro humilde pueblo.
Ante una masacre de colombianos, no hay otra explicación que la de haber sido provocada por paramilitares: es un reflejo condicionado.
Y para defender la soberanía, amenazada por la presencia de tropas gringas en Colombia con la excusa del narcotráfico, pues hay que prepararse para la guerra. Sólo que, como en otras ocasiones, al sentir el efecto de sus amenazas, recula cobardemente para afirmar "Yo no dije eso".
Claro, luego del lobby realizado por Ledezma ante el Senado brasilero, que ahora suspendan la aprobación definitiva del ingreso de Venezuela al Mercosur, lo obliga a justificarse tras un adagio: "Si quieres paz, prepárate para la guerra".
Ya algún editorialista le ha recordado otros: "la guerra es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos militares", si bien los que mejor le calzan son dos: "el que tiene boca se equivoca" y mejor: "en boca cerrada no entran moscas", aunque él preferirá contradecir con "el que calla otorga". Le urge una guerrita para disipar la pesadilla electoral que lo atormenta con ser destronado.
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