El culto a la personalidad es una de las aberraciones políticas más abominables de la historia universal, por lo que tiene de injusta y abusiva. Se empieza por exaltar la imagen del líder como figura única e infalible, y se termina por someter la voluntad propia a los dictados muchas veces a los caprichos de ese ser supremo e insustituible. Hasta que se le descubre el lado humano, y entonces las estatuas, afiches y vallas que se erigieron para satisfacerlo se diluyen en el olvido.
Foto: Saúl Uzcátegui /TalCualDigital
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