Por: VenEconomía
El gobierno de los usurpadores ha comenzado a emitir también señales contradictorias sobre el precio de la gasolina, el más barato del mundo gracias a un mega-subsidio del Estado venezolano.
Por un lado, el ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, continúa promoviendo el incremento del precio de ese combustible, aún cuando a fines de 2012 Hugo Chávez (todavía como Presidente en pleno ejercicio) desestimó sus sugerencias al respecto, a pesar de que reconocía que su precio de venta “era una grosería”.
Ahora, el ministro de Energía y Petróleo y el vicepresidente Nicolás Maduro, comienzan a hacer observaciones y comparaciones entre el costo que tiene el llenar el tanque de un vehículo y el costo de una botella de agua potable. Mientras, el Canciller Elías Jaua, descarta tajantemente que el gobierno tenga en mente ajustar el mega-subsidio a la gasolina.
Cabe recordar que cuando Chávez llegó al poder en 1999, se estaba aplicando una fórmula que había negociado el presidente saliente Rafael Caldera, según la cual mes a mes se aumentaba el precio de la gasolina en un mediecito. Pero, Chávez rápidamente echó al traste una fórmula que de haberse mantenido, el precio de hoy sería el mismo que el precio al cual se exporta la gasolina. Se debe aclarar que el precio de exportación de $0,75-0,80 por litro es sustancialmente menor que el precio al detal en la mayoría de los países, donde el litro se vende desde $1,00 por litro (EE.UU.) hasta por $2,70 por litro (Noruega).
La pérdida para el Estado venezolano de este muy errado subsidio es casi incalculable, no solo por lo que ha dejado de entrar a las arcas públicas por ese concepto, sino también por los daños colaterales ocasionados al país y su población, entre otros, el caos del tráfico vial, el uso y abuso que hacen los usuarios de los vehículos automotores o el descuido del gobierno en construir medios alternos de transporte público masivo.
Otro daño colateral de no establecer periódicos ajustes en el precio de la gasolina, es la pérdida que le acarrea a PDVSA –y al país– el vender el combustible por debajo de su costo de producción. Se conoce que en muchas oportunidades no solo se regala la gasolina a los distribuidores sino que se les paga además un incentivo para que operen la gasolinera. Es un perder y perder. Un cálculo rápido, indica que la industria está dejando de percibir más de $20 millardos anuales por no estar vendiendo la gasolina a precio de exportación.
¿Cuántas obras para optimizar la infraestructura vial podrían hacerse con esos ingresos?
El gobierno, al que tanto le gusta imitar a regímenes autocráticos, podría en este tema seguir el ejemplo de Irán, que logró que el pueblo aprobara un aumento, de un día para el otro del precio de la gasolina mediante una fórmula totalmente transparente: sencillamente, el gobierno compartió con la población los ingresos generados por el aumento.
No hay razón para que ese método no se aplique en Venezuela. Así, si la gasolina se vendiera a precios de exportación, se generarían unos $20 millardos de ingresos adicionales al año. De éstos, $10 millardos serían para PDVSA y $10 millardos se podrían repartir entre los ocho millones de familias que, según el último censo existen en el país. Es decir, en una eventual “Misión Gasolina” se repartirían unos $1.250 en efectivo por familia al año, equivalentes a $100 al mes (Bs.630 al tipo de cambio nuevo). ¡Un ganar-ganar para todos!
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