Se lanzan hordas contra empresas, compañías, comercios para distraer al pueblo que ya no puede ni comer decentemente. Se logra o malogra una ley habilitante y se promociona el hecho como si se tratara de haber ganado por lo menos el Nobel de la Paz mientras sigilosamente se vende el oro del Banco Central
AGLAYA KINZBRUNER/TalCualDigital
Según algunos historiadores el más grande saqueador de todos los tiempos fue Atila. No sólo se llevaba oro, joyas y todo tipo de prebendas sino que luego completaba su obra destruyendo cuanto encontraba a su paso, quemando y matando. Tenía un caballo, Othar, que, donde pisaba, la hierba no crecía más. A caballo pasó la mayor parte de su vida.
Así se sentía bien, a caballo negociaba lo que le iban a pagar, sin duda una forma antigua de vacuna. También era capaz de dormir montando y, en fin, era justo que hasta la muerte lo encontrara así, en su luna de miel con su última esposa, Ildiko.
Saqueando construyó un imperio grandísimo aunque fugaz ya que a su muerte se deshizo como la niebla al sol. Hablaba tres idiomas, godo, huno y latín, lo cual para la época no estaba mal. También era muy supersticioso. Cuando un campesino le trajo una espada ensangrentada que consiguió medio enterrada, siguiendo la pista de un animal herido, pensó que se la mandaba Marte, el dios de la guerra y que eso significaba que sería invencible y seguramente inmortal.
Sin embargo, sic transit gloria mundi, escasamente llegó a vivir el medio siglo y lo que nos vino a dejar fue el ejemplo. Para el mundo occidental un ejemplo muy malo mientras que en ciertos países de la Europa Central más bien se le vio con cierta simpatía. Cierto es que lo de él fue saqueo puro y duro. Sin matices de ningún tipo. Al fin y al cabo, los hunos no sabían trabajar.
Pasados dieciséis siglos en esta parte del Caribe sandunguero, el saqueo se practica de forma diferente.
Se lanzan hordas contra empresas, compañías, comercios para distraer al pueblo que ya no puede ni comer decentemente. Se logra o malogra una ley habilitante y se promociona el hecho como si se tratara de haber ganado por lo menos el Nobel de la Paz mientras sigilosamente se vende el oro del Banco Central. Y mal vendido, además, ya que este precioso metal se encuentra a la baja. Los cohetes estallaban en el cielo de la ciudad de los techos rojos mientras el Banco Central quedaba en pelotas.
Y el saqueo no termina. Los Hunos llegaban a las ciudades y pueblos montados en sus rápidos caballos esgrimiendo el arco reflejo que se puede disparar sobre la marcha a diferencia del arco tradicional. El arco reflejo que se usará en este nuevo saqueo es una falsa legalidad en esta democracia de fachada avalada por unos cuantos generales.
Se valdrá de una ley orgánica que castigará las empresas que hicieron mal uso de los dólares de Cadivi.
Y éstas, ¿no se encuentran justamente en manos de altos chivos del gobierno? Dicen que Atila fue una vez invitado a una fiesta donde se encontraban tracios, macedonios, griegos y romanos. Viéndolo entrar solito, le preguntaron: "¿No traes a nadie?" Disculpándose Atila respondió: "Traigo hunos...".
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