Está bien que el gobernador del estado Táchira, José Vielma Mora, intente deslindarse de la política represiva de Nicolás Maduro que, desde Caracas, decretó un ilegal estado de excepción en la entidad andina y con ello abrió un camino de violencia, destrucción y muerte, propio de un régimen dictatorial.
Está bien que, con su declaraciones, haya dado un paso hacia la democracia y se desmarque de la centralización y asuma su papel de mandatario regional electo por una comunidad que espera de él un comportamiento democrático y no el de capataz de una hacienda, como abunda entre los gobernadores rojos.
Su condena a la militarización del estado y su desacuerdo con la prisión de Leopoldo López e Iván Simonovis deben ser objeto de reconocimiento. Pero, desafortunadamente, Vielma Mora se quedó corto: en tanto que militar, lo primero que ha debido condenar es el descarado intervencionismo de los cubanos en los asuntos nacionales.
Un militar constitucionalista y patriótico tiene que expresar rotundamente su descontento y su rechazo a que en suelo venezolano manden otros militares que no sean venezolanos.
Esta tierra, este suelo y este territorio no pueden ser cedidos ni siquiera un milímetro ni un segundo a estos extranjeros nacidos en Cuba que vienen a cumplir labores de espionaje y represión contra los venezolanos demócratas, contra los herederos de los oficiales de la FAN que décadas atrás los combatieron y los derrotaron por haber desembarcado en nuestras costas con ánimos de someternos a la voluntad de Fidel Castro.
Ninguna referencia hizo el mandatario regional al intento de violación de una estudiante de la Universidad de los Andes, incidente que provocó la indignación estudiantil que se expresó en las marchas del 4 de febrero; tampoco dijo nada respecto a la conducta de los funcionarios del Sebin que secuestraron a líderes estudiantiles para remitirlos a una prisión en el estado Falcón.
El paso dado por Vielma Mora responde a la antigua tradición de los militares venezolanos de honrar su uniforme y no salpicarlo de sangre y de terrorismo de Estado. No puede llegar de repente un civil electo en circunstancias dudosas a dar órdenes desde Miraflores de reprimir a un pueblo que sale a protestar porque está harto de sus miserables condiciones de vida, de la inseguridad, de la falta de medicinas y de la escasez de alimentos.
Se deduce que Vielma Mora se guardó otros reclamos sobre Maduro y sus declaraciones según las cuales los sucesos del Táchira han estado protagonizados mayormente por colombianos (una apreciación chauvinista, racista y fascista). Tampoco hizo mención del blackout informático practicado por Cantv por instrucciones giradas presuntamente por el general cubano Ramiro Valdez desde La Habana.
Corrupción e inseguridad son dos males que se hacen sentir en grado superlativo en los estados fronterizos, especialmente en Zulia y Táchira. Por eso extraña que Vielma Mora no los incluya en la agenda de agravios perpetrados contra los tachirenses.
Un solo palo no hace montaña, es cierto, pero si él logra, de alguna manera, sensibilizar al Consejo Federal de Gobierno, se habrá avanzado mucho hacia el entendimiento; mas si se restringe a plantear sólo la liberación de los presos políticos y a criticar con tibieza la sobreactuación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en San Cristóbal, estaremos ante un nuevo saludo a la bandera.
Un gesto apenas que no se corresponde con quien asevera no pertenecer a “ninguna parte del régimen porque fui electo por los ciudadanos” y ha afirmado: “La paz no es un tema de tres palabras, nace del corazón; si ha habido errores del gobierno hay que aceptarlos, si ha habido de la oposición hay que aceptarlos, acepto todos mis errores e incluso pido disculpas”.
Fuente: El Nacional
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