Por: Fernando Rodríguez/TalCual
C on el título ciertamente tremendista, pero tremendamente cierto, queremos decir dos cosas: uno, que para donde dirijamos nuestra vista no atisbamos a encontrar sino signos inequívocos de descomposición, desde los hospitales sin inyectadoras y las bodegas con captahuellas hasta nuestra gloriosa Fuerza Armada dedicada a la poco heroica y más bien inútil persecución de harina pan y gasolina emigrantes, pasando por la profusión de asesinatos espantosos, nunca vistos.
Y dos, un gobierno incapaz, entumecido, temeroso de tomar las medidas necesarias para devolver un poco de racionalidad a la economía devastada por quince años de arbitrariedades, disparates y corrupción. Acciones dolorosas socialmente y costosas políticamente pero las únicas que a futuro pueden impedir que la multiplicación de las trochas y la corrupción lleven al hermanísimo país nuestras cestas básicas o que se esté descuartizando regularmente a algunos conciudadanos.
Nuestras madres y abuelas muy sabiamente le pedían a Dios o a los santos que ante todo nos dieran salud, lo demás ya veríamos.
Al menos esa lógica secular ha debido ser adoptada por el gobierno en esta crisis ciclópea. Y ni esa jerarquización ha funcionado. Agrupaciones de médicos de diverso perfil están pidiendo estruendosamente que se decrete una emergencia humanitaria en el ámbito de la salud porque la gente se está muriendo de mengua literalmente. La Federación Médica ha dicho que casi 100% de los hospitales tiene 3% o 4% de los insumos necesarios para funcionar adecuadamente. Y medicinas de enfermedades severas y crónicas no las hay en botica. De manera que estamos ante un panorama de sufrimiento y muerte realmente dantesco y el gobierno parece incapacitado para encontrar soluciones.
Dejemos de lado aquí las colas de la escasez de alimentos primordiales y de cualquier cosa que se le ocurra. Aquí lo único que abunda son crímenes y pillos de todos los cuellos. ¡Ah y la tristeza y pesadumbre, la depresión, de tres cuartas partes de los venezolanos que soportan tan mala vida!, como le dicen a los encuestadores.
A toda esa situación que se agrava día a día y que de verdad ameritaría, si hubiese coraje y moral, un gran y real “sacudón” el gobierno no hace sino dar vueltas en círculo, tratando de encontrar soluciones mágicas que puedan sintetizar tres lustros de habladera de paja, de falsas promesas y consignas ideológicas guerreras, con ajustes inevitables que tanto se parecen a todos los ajustes macroeconómicos que en el mundo han sido, regidos por la férrea lógica de la economía. Y que como casi todo medicamento tienen entre sus características que mientras más se aplazan más se agrava el enfermo.
Por lo demás, la fiesta macabra continua para algunos como si nada pasase. Vaya un ejemplo, el ministro de Educación Superior y su combo andan armando contra la Ley de Universidades y la autonomía una especie de escuadrones militares de profesores, alumnos y empleados para llevar adelante el Plan de la Patria, guía imprescindible de la ciencia, las humanidades y las artes. A este delirante peligroso, que sucede a dos ministros del área bastante prudentes y académicos, Nicolás, hay que aceptarle la renuncia puesta sin duda alguna. No vaya a ser cosa que los estudiantes cojan la calle otra vez, ahora que la masa no está para bollo ni rollo.
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