Por: Fernando Rodríguez/TalCual
El domingo ganó la autocracia, con amplia apoyo popular. Lo que demuestra, como tantas veces en la historia local y mundial, que la pasividad patológica de los pueblos ante el despotismo puede ser muy grande
Tanto más cuando el Poder se ejerce sin límites y sin escrúpulos como es el caso de nuestro teniente-coronel y su claque y que en estas elecciones tuvo una de sus mejores perfomances, usando las instituciones, los dineros públicos y el chantaje sobre todo aquél que dependa de sus dones como armas desvergonzadas de la campaña electoral.
Sin embargo más de seis millones y medio de venezolanos, una cifra y un porcentaje no alcanzado antes por la oposición en elecciones presidenciales contra Chávez, optaron por la opción unitaria. Lo que indica que tenemos una oposición robusta y que dio sobradas muestra de activismo, presencia en las calles de pueblos y ciudades, sentimientos coherentemente unitarios y capacidad de mirar a los ojos del adversario.
Lo cual debería ser suficiente motivo de satisfacción y aliciente para seguir adelante, sin tregua. Por último se hizo una campaña memorable de la cual queda como uno de sus activos un nuevo y pujante líder nacional, Henrique Capriles.
Y vaya que hay cosas por hacer en lo inmediato. Para empezar las elecciones de gobernadores en diciembre. Sobre esto queríamos decir que así como las elecciones presidenciales, en las cuales se ha jugado directamente el pellejo de Chávez, tienen su propia aritmética, los numeritos regionales del domingo no deberían tampoco tomarse como medida de lo que sucederá en esos comicios estadales.
Hay que hacer un gran esfuerzo por llevar adelante esa tarea no sólo por la importancia intrínseca de esos lugares de poder sino también porque sonde las pocas barreras reales con que podemos frenar lo vocación totalitaria del régimen.
Además una oposición fuerte y unida, fuerte por unida que no se olvide esa premisa fundamental, no puede ser una activista ocasional en los momentos electorales sino que su acción defensora de principios y derechos puede ejercerse de muchas maneras y debe hacerse permanentemente, desde el artículo de prensa a la manifestación de calle, desde la acción sindical a las proposiciones parlamentarias que pueden terminar en banderas.
Esa diversidad de frentes y ese activismo sin cese es la medida de su existencia plena y de su músculo político. Se ha hablado mucho en estas primeras horas posteriores al evento electoral de reconciliación, paz y buenas maneras entre los polos en que nos dividimos. Que los dioses lo oigan y lo bendigan.
Pero para que eso suceda sin duda se necesita que el gobierno nos dé muchas pruebas de su buena fe, porque de esos golpes de pecho convertidos en grotescas morisquetas tenemos un larguísimo expediente que arrostrarle a nuestro reincidente mandatario.
Lo que sí aseguramos es que no seremos nosotros, antes por el contrario, los que intenten boicotear ese que debe estar entre los mayores y más justos anhelos de todos nuestros conciudadanos, rojos y tricolores: paz y tranquilidad, calma y cordura, tolerancia y urbanidad en el tratamiento de los asuntos de la polis.
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