Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Tan segura como la salida del sol es la aparición, después de cada elección o referendo, de los tipos que hacen del "fraude" su tema, enrostrándole a la oposición una supuesta entrega al no haberlo denunciado, acompañando esto de los denuestos más bajos contra Henrique Capriles Radonski, acusándolo de haber negociado con el gobierno el reconocimiento de su triunfo, bajo amenazas de rios de sangre.
La verdad es que no es nada nuevo bajo el sol. Manuel Rosales y la oposición de aquel tiempo fueron víctimas de la misma ofensiva canallesca.
La denuncia de fraudes inexistentes hoy está reducida a pequeños grupos sin significación, pero hubo un tiempo en que tal práctica era propia de toda la oposición, con excepciones.
Partiendo de un desconocimiento absoluto de la realidad política y social, y de una mirada autista sobre si misma, sobreestimándose hasta extremos delirantes, no podía explicarse una derrota sino por que hubo trampas, sin pasearse jamás por el hecho obvio de que Chávez contaba con una fuerza popular mayor que la que lo adversaba.
Afortunadamente, entre los fracasos y la reflexión, la oposición abandonó esa política estéril y optó por definir una ruta democrática, tomando muy en serio los momentos electorales.
A partir de ahí comenzó a avanzar, pero luchando contra el handicap de varios años perdidos en aventuras sin sentido. Así se llegó a la unidad perfecta, a las primarias y a la selección de Capriles como abanderado.
La organización, el trabajo intenso y sobre todo, la sensacional campaña del propio Capriles produjeron un resultado que no fue la victoria pero sí un avance considerable en el peso y la significación de la oposición. Con respecto a la anterior elección presidencial (2006), el techo de la oposición se elevó en más de 2.2 millones de votos, en tanto que Chávez lo hizo en unos 700 mil sufragios.
La fuerza unitaria se expresó cabalmente, demostrándose que sin ella no hay vida. Es una lección imborrable. Masas de millones de ciudadanos se movilizaron al conjuro de la convocatoria de Capriles, ganándole la calle a Chávez. Con estos resultados lucen más ridículas que nunca las denuncias de "fraude" y de la "traición" de Capriles.
Lo más extraño en los "fraudólogos" es que denuncian sin suministrar prueba alguna y pidiendo que sean otros, los encargados de librar esa pelea. La oposición tiene enfrente un nuevo compromiso en diciembre, la elección de gobernadores. Queda muy poco tiempo y hay que ponerse en acción ya.
La nueva contienda electoral barrerá como a una nube de mosquitos la cháchara sobre "fraude" y "entrega de Capriles". Si uno no los conociera diría que los paga Chávez. Lo negativo de la campañita es que puede profundizar el desánimo y estimular la abstención.
Si eso ocurriera sería una catástrofe electoral. El chavismo arrasaría. De allí que sea indispensable superar la natural frustración y tristeza que produjo la derrota y meterle a la elección de gobernadores la misma dinámica entusiasta de la campaña presidencial.
El escenario de los gobernadores es muy distinto al presidencial y ofrece oportunidades mucho mayores.
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