Por: Fernando Rodrífuez/TalCual
Pacifista es (casi) todo el mundo, incluso la mayoría de los que hacen la guerra que suelen atribuirle al adversario las culpas de la querella bélica; lo cual, habitualmente, es recíproco. Dado que las guerras son una constante de la vida de la especie, antes y ahora y muy probablemente mañana, y algún culpable tiene que haber en todas ellas, deben existir muchos pacifistas de muy mala fe. Los cuales utilizan sin piedad el mazo, o son cómplices, y a Dios dicen rogar por las bondades de la paz.
Al señor Maduro, que no sabe de dónde agarrarse para no caerse en el vacío que lo acecha, le ha dado ahora por ser un misionero de la paz en Siria, tópico de titulares de prensa en todo el orbe. Sobre esa actitud hay bastante que decir. Para empezar por varios de esos notables desvaríos que le son tan propios. Por ejemplo pretender que esa trágica situación es parte de un plan que incluye el magnicidio imaginario, el último de tantos, contra su persona, lo cual supone le da un caché internacional considerable. Luego habló de la intervención en el asunto de ese "portento" que es Venezuela para arreglar el asunto, prepotencia poco verosímil dada nuestra "portentosa" incapacidad para atrapar asesinos endógenos que nos desangran, impedir apagones eléctricos o suplir de papel higiénico a los atribulados compatriotas. O escribirle una circunspecta y zalamera carta de paz al colega Obama cuando lo acusa a diario de andar empandillado con Uribe,
Posada Carriles y hasta pillastres de poca monta para hacernos, a nosotros los hijos del Gigante, y si a ver vamos a medio mundo, todas las maldades posibles. Genio y figura.
Pero hay un argumento de fondo, más allá de sus pueblerinos arrestos. Su pacifismo tardío no es, ciertamente, la del pana (atención editor, dije pana, no Papa) Francisco, y otros hombres de buena voluntad, con el cual ha compartido oraciones y ayuno por la ansiada paz. El que se fue y usted mismo, fueron de los poquísimos gobernantes de este mundo, y aquellos con menos razones geopolíticas o imperiales, que apoyaron irrestrictamente al dictador genocida, explícita y beligerantemente, hasta el punto de enviarle los cancilleres del Alba a rendirle honores o le suministraron mercancías birlando disposiciones de la comunidad internacional. Nada extraño en los entrañables amigos de Gadafi, Lukashenko o Mugabe, entre otros próceres. Mientras el déspota, para mantener su chamba presidencial hereditaria, fomentaba la masacre de más de cien mil compatriotas, el exilio y el desplazamiento de sus hogares de casi seis millones de sus amados súbditos y ahora ha decidido emplear gas del bueno, el más espantoso.
De manera que, enfebrecido pacifista, usted ha sido cómplice activo de lo que por allá sucede y lo menos que se puede decir es que su tardío y oportunista gandhismo o mandelismo es que es bastante hipócrita.
Nosotros deseamos que la solución rusa, bastante oportunista igualmente, tenga buenos resultados y, al menos, solucione el problema del gas infernal. Aunque, por supuesto, también estamos conscientes de que solo arregla una pequeña parte del problema ya que seguir muriendo por plomo del bueno, como le ha sucedido a decenas de miles de sirios, no es tampoco una panacea. Bueno, quién quita que sea un inicio para lograr que el déspota termine de irse, ojalá también por las artes de la diplomacia y la presión de la conciencia moral universal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario