Cada vez que a Maduro se le ocurre echar del país a funcionarios de la embajada de EEUU, quienes sufren son los diplomáticos venezolanos acreditados en el impero que deben regresar a la patria y someterse como todos los venezolanos a los riesgos de la revolución
SEBASTIÁN BOCCANEGRA/TalCualDigital
A Nicolás Maduro se le está haciendo costumbre eso de expulsar funcionarios diplomáticos gringos de Venezuela. La respuesta de la administración Barack Obama va a ser la misma, como mandan las normas diplomáticas.
Quienes en definitiva sufren con estas decisiones son los funcionarios diplomáticos venezolanos que tienen que volver a la patria. Ellos, que ya estaban o se estaban acostumbrando al imperio, a los anaqueles llenos y con una amplia variedad de productos.
A poder caminar por las calles sin tener que preocuparse mucho por los malandros, no es que allá no los hay, pero la cantidad es mucho menor que por estos predios. A unos buenos servicios de salud y educación.
Luego de que pudieron acostumbrarse a una inflación de un solo dígito, de saber que el salario rinde, van a tener que desacostumbrarse de esas duras condiciones del imperio y regresar para disfrutar las bondades del socialismo del siglo XXI.
Ahora, al llegar a la patria, van a comenzar a recibir su salario en bolívares fuertes, lo de fuertes es toda una ironía. En lugar de poder dedicar varias horas a la semana a pasear por las orillas del Potomac, visitar la Casa Blanca o recorrer lugares inmortalizados, por ejemplo, en la película Forrest Gump, tendrán que destinar ese tiempo para poder hacer mercado saltando de un local a otro para poder comprar harina de maíz, café, azúcar, entre otros.
O andar pendiente de no toparse con algún hampón que no tendría ningún empacho en darles un tiro si se "resisten".
Estamos seguros que los referidos funcionarios prefieren seguir defendiendo la revolución dentro del monstruo imperial, que tener que hacerlo desde Carmelitas. Maduro les echó tremenda vaina.
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