Por: VenEconomía
Este martes 18 de febrero, una multitudinaria concentración en Caracas, estimada entre unas 100.000 a 150.000 personas, y otras tantas en diversas ciudades del país, acompañaron a Leopoldo López, quien decidió entregarse a la injusticia del gobierno venezolano para enfrentar un cúmulo de nueve graves acusaciones espurias levantadas a vuelo de pájaro por el Ministerio Público.
López, antes de ponerse en manos de efectivos de la Guardia Nacional, pronunció un corto pero contundente discurso en el que afirmó que aceptaba su destino si su “encarcelamiento sirve para que despierte Venezuela”, exclamando que “si los medios callan, que hable la calle” porque la lucha es pacífica pero en la calle.
Pasa así a otra etapa la lucha cívica que despertó una de las mayores explosiones sociales que se han producido en Venezuela, donde la protagonista ha sido la juventud venezolana a la que desbordó la inseguridad, la injusticia y la impunidad.
La gesta sin par del 12 y 18 de febrero de 2014, tal vez será considerada por los historiadores como el punto de quiebre de la hegemonía castrofacista que se impuso en Venezuela desde 1999.
Dicho esto, cabe ahora fijar el norte de la continuación de esta gigantesca activación ciudadana, para que el gobierno y sus secuaces no desvirtúen los objetivos ni la condición pacífica y constitucional de las manifestaciones de descontento a nivel nacional.
A los estudiantes se les derramó de nuevo la gota de la paciencia este febrero de 2014, y decidieron salir a las calles para rechazar la intolerancia y la segregación de los derechos de la población.
Pero, la protesta de la juventud venezolana no es por un hecho aislado, ni tiene motivaciones extrañas, ajenas o diferentes a la protesta de millones de venezolanos que se han manifestado puntualmente a lo largo de estos tres últimos quinquenios.
No importa, la diferencia de las convocatorias, los sectores que participan o las exigencias que reclamen, sus orígenes son los mismos de aquellos ciudadanos que, sólo en 2013, participaron en unas 4.410 protestas en Venezuela.
Las causas de protesta de los estudiantes, por ejemplo, son las mismas que la de los miles de trabajadores que propiciaron las 1.791 manifestaciones por derechos laborales el año pasado; o las de quienes participaron en las 1.044 movilizaciones demandando seguridad ciudadana; o las personas que en 996 manifestaciones de calle pidieron su derecho a tener una vivienda digna; o las de los docentes y estudiantes que en 579 protestas reivindicaban exigencias educativas.
Incluso, las motivaciones de fondo de los estudiantes y ciudadanos que desbordan las calles del país en este febrero, tienen de trasfondo las mismas causas que llevaron a los violentos motines de los presos en los últimos años, cuando reclaman condiciones humanas de reclusión para pagar sus culpas.
Pero, además, los estudiantes se están movilizando en defensa de su futuro, queriendo asegurar que habrán oportunidades para trabajar y así contribuir al desarrollo y bienestar de su patria; que habrán oportunidades para construir familias y criar sus hijos en paz y con seguridad, evitando el adoctrinamiento e ideologización mientras se creen nuevos ciudadanos que actúan con criterio propio en un ambiente de libertad.
Todas las protestas del país se originan de la ejecutoria de dos gobiernos que no solo no han sabido darle respuesta a los problemas de la población, sino que además no han cumplido con sus obligaciones generado problemas más graves e impensables hace una década.
Pero, lo más determinante, el trasfondo para salir a reivindicar el derecho a protestar hoy en Venezuela, es que se le ha puesto un muro de contención a los jóvenes, y a todo los venezolanos, que no deja vislumbrar un futuro de progreso, de oportunidades de desarrollo y de paz.
Ahora bien para lograr recuperar a Venezuela es indispensable lograr, sobre la marcha, contenido, organización y enfoque en la activación de la protesta, sin afán de inmediatez.
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