Por: VenEconomía
Desde mucho antes de su llegada a la Presidencia, Hugo Chávez (bajo la tutoría de Fidel Castro) ideó una PDVSA hecha a la imagen y semejanza del proyecto político e ideológico que pensaba para Venezuela.
Es decir, una empresa que estuviera bajo su puño, cuyos réditos económicos pudieran ser usados a discreción y sin rendición de cuentas, subordinada a los objetivos del castrocomunismo tanto en lo interno del país (utilizándola como la caja chica del reparto clientelar para captar adeptos) como en la proyección regional e internacional que soñaban Castro y Chávez financiada con las divisas petroleras.
Le bastó menos de un quinquenio a Chávez para concretar la purga de la planta gerencial, profesional y técnica. De allí en adelante, fue todo pan comido para los objetivos del binomio Castro-Chávez, quienes tomaron el control de toda la industria petrolera venezolana y usufructuaron a su libre albedrío los ingentes ingresos de una larga época con los precios del crudo más altos de la historia.
Con las arcas repletas, Chávez con su petrochequera no tardó en salir a comprar voluntades en el Continente.
En 2005 crea Petrocaribe, para complementar su actividad geopolítica en la región Caribeña y en Centroamérica y darle fachada de legalidad a su repugnante “petro-diplomacia” y así lograr oídos sordos y total anuencia a sus violaciones a las elementales normas, derechos y libertades democráticas, revelando su claro uso político. Con similares objetivos, y con recursos provenientes de la gallinita ponedora de PDVSA, creó posteriormente la "Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos".
Lamentablemente, este uso político de PDVSA fue en detrimento de los intereses de la nación. PDVSA, dejó de ser la empresa productiva que antes fue.
Un opaco manejo gerencial y operacional, dejó de lado inversiones en investigación y tecnología, obvió la política de mantenimiento y expansión y, en consecuencia, la producción de petróleo comenzó a bajar y la de gas no termina de concretarse, mientras que las ambiciones en la explotación de la Faja tampoco cuajan, por la misma inseguridad jurídica y la poca credibilidad que el gobierno genera en los eventuales inversionistas.
Negados a la rectificación, los gobiernos de Chávez y Maduro recurrieron a un fuerte endeudamiento, para correr la arruga hasta lo indecible, a fin de mantener la política clientelar dentro y fuera del país, que se hace cada vez más insostenible. PDVSA hoy es un cascaron vacío, endeudado y reducido al mínimo. Ahora, Maduro con el agua al cuello, seca la fuente de divisas, vuelve la vista a los activos en el exterior en busca de dinero “fresco”: Vender CITGO, la corporación petrolera de PDVSA en EE.UU. refinadora de petróleo y comercializadora de gasolina, lubricantes y petroquímicos, ideada en el siglo XX, por una gerencia visionaria para garantizar mercados a Venezuela.
Con lo que parece que no contaban los Castro ni Maduro es que “el imperio” esperaba su turno al bate.
Esta semana, agarrando al gobierno de Venezuela fuera de base, salió a la luz pública el llamado “Plan de Obama contra la petro-diplomacia venezolana en el Caribe” que, como informara Andrés Oppenheimer el 7 de septiembre, viene siendo lanzado silenciosamente por el gobierno de Obama para intentar contrarrestar la petro-diplomacia venezolana en la región.
Informa Oppenheirmer que el 27 de agosto en Washington D.C., funcionarios de alto nivel de Estados Unidos y Granada firmaron el acuerdo para un "programa piloto" que ayudará a 17 países de la Cuenca del Caribe a lograr una mayor independencia energética y una menor dependencia de las exportaciones de Venezuela.
Aún es muy temprano para evaluar si este Plan tendrá o no los efectos de cambiar la economía y el mapa político de la región, pero lo cierto es que el “imperio” con esta iniciativa al fin comienza a latirle en la cueva al avance del comunismo en la región, yendo al meollo de la cuestión: el uso del petróleo venezolano para subyugar a los pueblos.
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