lunes, 8 de septiembre de 2014

Lo vulnerable que somos/Editorial TalCual lunes 08sep14

Fernando Rodríguez/TalCual
Durante la llamada década dorada de América Latina que parece llegar a su fin, al menos a su aminoramiento, logramos en casi toda la región índices de desarrollo y superación de la pobreza nunca antes vistos. Ello impulsado, sobre todo, por la emergencia de nuevos países con vertiginosos índices de desarrollo, en especial el gigante chino.
Y, por ende, de alza sustantiva de precios de nuestras materias primas. La desaceleración de las loables cifras de desarrollo se corresponde a un fenómeno inverso, a subrayar el caso de la misma China. Los organismos especializados pronostican para los años venideros un crecimiento de dos y tanto por ciento, inferior sustancialmente al decenio precedente en la región. Por tanto un repunte de la pobreza que pone en riesgo varias decenas de millones de personas. Salvo en aquellos países que sepan y puedan rehacer sus esquemas de crecimiento. El futuro, pues, es asaz pedregoso.

El caso del comportamiento de Venezuela, durante la década feliz, que ha podido ser extraordinario por el inusual y sostenido crecimiento de los precios del petróleo, por ser de los más ricos de la comarca, no ha sido positivo y es la más expresiva muestra de las miserias conceptuales y prácticas del régimen que hemos padecido y, ¡hasta cuándo!, seguimos padeciendo.

Hemos dilapidado una de las oportunidades históricas más excepcionales para alcanzar el progreso y el bienestar, lo que constituye la más elocuente muestra del crimen histórico del chavismo.

Si uno consulta las últimas cifras del PNUD (2000/2012) tendrá una clara visión de los desastres que necesariamente produce el populismo asistencialista, clientelar y corrupto en el cuerpo social. Es cierto que en esos 10 años hemos reducido la pobreza de manera significativa, aunque inferior a la media del subcontinente, de un 50 por ciento a un 30 (Uruguay 8,3%). Pero aquellos que han superado el umbral de la pobreza, unos cuatro dólares diarios, solo en una mínima medida han pasado a engrosar nuestra clase media que sigue siendo muy estrecha, tan solo mayor a la de los países pobres de Centroamérica, un 23% (Uruguay 60,2%), y el resto entran en los llamados grupos vulnerables, esencialmente informales; es decir, aquellos que pueden volver a la pobreza apenas un viento algo adverso se asome en el horizonte. En ese estrato Venezuela tiene el récord regional con un lastimero 47% (Uruguay 26%). Cifra que evidencia exactamente la forma en que trata el populismo la pobreza: no la supera creando formas sustentables de crecimiento productivo y empleos de calidad, de manera sostenida, sino mediante la dadiva que dura lo que duran las vacas gordas, tan proclives a perder peso en estas latitudes.

Ahora bien, no solo vientos adversos nos azotan hoy sino un verdadero vendaval, nuestra recesión debe ser este año de algunos dígitos, frente a un 2% o 3 % del crecimiento regional en descenso. De manera que en adelante la pobreza crece y crecerá de manera acelerada en el país. Los vulnerables serán golpeados en su vulnerabilidad.

Por eso resultan ridículas las cifras gubernamentales que presentan cifras de estabilidad del empleo, cuando todos sabemos que la productividad nacional casi ha desaparecido. O que la pobreza desciende, cuando vemos las cifras de inflación y escasez que carcomen la vida de las grandes mayorías de venezolanos. Si, como se afirma, el subcontinente está hoy frente a un gran reto por mantener y superar los logros adquiridos, nosotros estamos frente a una ruleta macabra en que está presente la posibilidad del mayor desastre.


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