En las últimas semanas, y particularmente este martes 26 de enero, el país se ha visto envuelto en una intensa ola de rumores que ha generado zozobra en la población.
En todo tiempo y lugar ha existido el rumor como forma de interacción de los seres humanos. Muchos analistas lo consideran el mercado negro de la información, pues ésta se trasmite de boca a boca, y sin corroboración alguna se difunde a gran velocidad. El rumor puede o no estar basado en un hecho real, y generalmente lleva un fuerte ingrediente de subjetividad de quienes lo transmiten.
La teoría del rumor es utilizada con frecuencia por empresas, organizaciones de toda índole y gobiernos como termómetro para medir (o para generar y manipular) tendencias de conductas, desempeños y opiniones. La historia habla de que el rumor espontáneo tiende a ser mayor cuando falla la objetividad, credibilidad y confiabilidad de los medios y mecanismos de información. El rumor es utilizado como vía para sortear los diferentes tipos de censura que imponen los gobiernos.
La política de censura, acoso y persecución que el Gobierno de Hugo Chávez ha aplicado en estos años en contra de los medios de comunicación privados ha mermado dramáticamente las fuentes informativas independientes. Hoy en el país sólo existe un canal de noticias de televisión crítico al Gobierno, Globovisión, sobre el que penden varios juicios y amenazas. Los programas informativos y de opinión de la radio están fuertemente mediatizados por una ilegal Ley Mordaza y por las draconianas medidas de Conatel, el ente estatal regulador que ha arrasado con Radio Caracas TV en dos oportunidades, y que cerró decenas de radioemisoras que tenían línea editorial crítica a las políticas del Gobierno.
Esto se aúna a una política informativa oficial errática, contradictoria y opaca, entre cuyas principales características se cuentan que: La fuente oficial está vedada a los pocos canales críticos al Gobierno que aún subsisten; el Presidente no informa sus políticas y decisiones que afectan a la nación a través de las tradicionales ruedas de prensa, que permiten la presencia plural de los medios y la interacción con el periodista. Las alocuciones presidenciales donde se anuncian estas políticas se hacen vía cadena nacional, por el programa dominical Aló Presidente y más recientemente, por La Hojilla un programa de fiera línea oficialista, que transmite la estatal VTV.
Por ello, no debe extrañar que en esta Venezuela donde se adelanta un proceso galopante hacia una dictadura comunista, la población se haga eco de informaciones provenientes de fuentes informales no confirmadas, como lo es el rumor.
Este martes los rumores circularon por todas partes: hablaban de los supuestos problemas que estaría confrontando el Gobierno de Hugo Chávez con su Gabinete Ejecutivo, de renuncias ministeriales a granel y de nombramientos descabellados en vitales dependencias del Estado, que de ser ciertos pondrían en riesgo la soberanía de la Nación.
La racionalidad dicta que en un país, donde todo marcha al revés, la población debe tener calma y cordura, ante esa avalancha de información. No estaría mal seguir el consejo de un sabio abuelo: No creer nada de lo que le digan, y confiar sólo en la mitad de lo que usted vea.
En todo tiempo y lugar ha existido el rumor como forma de interacción de los seres humanos. Muchos analistas lo consideran el mercado negro de la información, pues ésta se trasmite de boca a boca, y sin corroboración alguna se difunde a gran velocidad. El rumor puede o no estar basado en un hecho real, y generalmente lleva un fuerte ingrediente de subjetividad de quienes lo transmiten.
La teoría del rumor es utilizada con frecuencia por empresas, organizaciones de toda índole y gobiernos como termómetro para medir (o para generar y manipular) tendencias de conductas, desempeños y opiniones. La historia habla de que el rumor espontáneo tiende a ser mayor cuando falla la objetividad, credibilidad y confiabilidad de los medios y mecanismos de información. El rumor es utilizado como vía para sortear los diferentes tipos de censura que imponen los gobiernos.
La política de censura, acoso y persecución que el Gobierno de Hugo Chávez ha aplicado en estos años en contra de los medios de comunicación privados ha mermado dramáticamente las fuentes informativas independientes. Hoy en el país sólo existe un canal de noticias de televisión crítico al Gobierno, Globovisión, sobre el que penden varios juicios y amenazas. Los programas informativos y de opinión de la radio están fuertemente mediatizados por una ilegal Ley Mordaza y por las draconianas medidas de Conatel, el ente estatal regulador que ha arrasado con Radio Caracas TV en dos oportunidades, y que cerró decenas de radioemisoras que tenían línea editorial crítica a las políticas del Gobierno.
Esto se aúna a una política informativa oficial errática, contradictoria y opaca, entre cuyas principales características se cuentan que: La fuente oficial está vedada a los pocos canales críticos al Gobierno que aún subsisten; el Presidente no informa sus políticas y decisiones que afectan a la nación a través de las tradicionales ruedas de prensa, que permiten la presencia plural de los medios y la interacción con el periodista. Las alocuciones presidenciales donde se anuncian estas políticas se hacen vía cadena nacional, por el programa dominical Aló Presidente y más recientemente, por La Hojilla un programa de fiera línea oficialista, que transmite la estatal VTV.
Por ello, no debe extrañar que en esta Venezuela donde se adelanta un proceso galopante hacia una dictadura comunista, la población se haga eco de informaciones provenientes de fuentes informales no confirmadas, como lo es el rumor.
Este martes los rumores circularon por todas partes: hablaban de los supuestos problemas que estaría confrontando el Gobierno de Hugo Chávez con su Gabinete Ejecutivo, de renuncias ministeriales a granel y de nombramientos descabellados en vitales dependencias del Estado, que de ser ciertos pondrían en riesgo la soberanía de la Nación.
La racionalidad dicta que en un país, donde todo marcha al revés, la población debe tener calma y cordura, ante esa avalancha de información. No estaría mal seguir el consejo de un sabio abuelo: No creer nada de lo que le digan, y confiar sólo en la mitad de lo que usted vea.
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