Por: VenEconomía 01jun10
El desconocido teniente coronel Hugo Chávez surgió de la nada el 4 febrero de 1992, cuando asumió la responsabilidad en el fallido, pero sangriento, golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Su "arrojo" de reconocer que había fracasado en la toma del poder por la fuerza, lo posicionó ante la opinión pública. En un país donde el liderazgo evadía (y evade) asumir la responsabilidad por sus actos, este mea culpa fue percibido como un acto de valentía y honestidad.
Sin embargo, en el ejercicio de más de once años de la Presidencia de la República, Hugo Chávez demuestra recurrentemente que lo último que tiene en su mente es reconocer sus errores y asumir sus responsabilidades ante el fracaso de su propuesta de país.
Venezuela está haciendo aguas en lo político, en lo social y, sobre todo, en lo económico. Sin embargo, Chávez no sólo sigue insistiendo en avanzar hacia el obsoleto castrocomunismo, sino que además echa la culpa de esto a todos menos a él.
Un vuelo rasante por las noticias de los últimos días evidencia esta lamentable realidad.
El país está sumergido en una crisis económica: Cae 5,8% el PIB en el primer trimestre de 2010, y merma la producción nacional debido a la inseguridad jurídica, la ausencia de Estado de Derecho, a las expropiaciones indiscriminadas y sin asidero legal, y a la persecución del sector privado. En consecuencia, el país se hace cada vez más dependiente de las importaciones, a un punto de insostenibilidad. Se instaura el desabastecimiento y la escasez afecta a un sin fin de productos básicos.
Ante esta realidad, el Gobierno en vez de rectificar en sus políticas, arrecia la persecución y la apropiación indebida, no ya de las empresas que sobreviven, sino de la producción de éstas. Polar y sus productos se convierten en objetivo del régimen, amén de las carnicerías y de varias empresas distribuidoras de alimentos, como Friosa y Monaca.
Mientras estos acontecimientos se desarrollan ocurren dos hechos que retratan la corrupción, la ineficiencia y la soberbia del Gobierno.
Uno, el descubrimiento de 1.197 contenedores de Cealco, una empresa "adquirida" por el Gobierno, con más 36 mil toneladas de alimentos básicos vencidos o en estado de descomposición, que iban destinados a PDVAL y Mercal. Hasta ahora, ningún ente del Gobierno ha dado las explicaciones al país de esta evidente desidia.
Y el otro, mientras más de 800 trabajadores de la Planta de Polar en Barquisimeto llevan 30 días de vigilia para defender sus puestos de trabajo; PDVSA organiza una peculiar "manifestación" con los trabajadores de las empresas intervenidas por el Gobierno, para protestar frente a Fedecámaras. La excusa es defender el socialismo y rechazar la "actitud conspirativa" y económica de los grupos concentrados en la Federación empresarial y en Consecomercio.
Con el correr de estos once años y medio, el Gobierno aún no logra entender que el país no aguanta el cambio sin rumbo que representa su proyecto político.
Sin embargo, en el ejercicio de más de once años de la Presidencia de la República, Hugo Chávez demuestra recurrentemente que lo último que tiene en su mente es reconocer sus errores y asumir sus responsabilidades ante el fracaso de su propuesta de país.
Venezuela está haciendo aguas en lo político, en lo social y, sobre todo, en lo económico. Sin embargo, Chávez no sólo sigue insistiendo en avanzar hacia el obsoleto castrocomunismo, sino que además echa la culpa de esto a todos menos a él.
Un vuelo rasante por las noticias de los últimos días evidencia esta lamentable realidad.
El país está sumergido en una crisis económica: Cae 5,8% el PIB en el primer trimestre de 2010, y merma la producción nacional debido a la inseguridad jurídica, la ausencia de Estado de Derecho, a las expropiaciones indiscriminadas y sin asidero legal, y a la persecución del sector privado. En consecuencia, el país se hace cada vez más dependiente de las importaciones, a un punto de insostenibilidad. Se instaura el desabastecimiento y la escasez afecta a un sin fin de productos básicos.
Ante esta realidad, el Gobierno en vez de rectificar en sus políticas, arrecia la persecución y la apropiación indebida, no ya de las empresas que sobreviven, sino de la producción de éstas. Polar y sus productos se convierten en objetivo del régimen, amén de las carnicerías y de varias empresas distribuidoras de alimentos, como Friosa y Monaca.
Mientras estos acontecimientos se desarrollan ocurren dos hechos que retratan la corrupción, la ineficiencia y la soberbia del Gobierno.
Uno, el descubrimiento de 1.197 contenedores de Cealco, una empresa "adquirida" por el Gobierno, con más 36 mil toneladas de alimentos básicos vencidos o en estado de descomposición, que iban destinados a PDVAL y Mercal. Hasta ahora, ningún ente del Gobierno ha dado las explicaciones al país de esta evidente desidia.
Y el otro, mientras más de 800 trabajadores de la Planta de Polar en Barquisimeto llevan 30 días de vigilia para defender sus puestos de trabajo; PDVSA organiza una peculiar "manifestación" con los trabajadores de las empresas intervenidas por el Gobierno, para protestar frente a Fedecámaras. La excusa es defender el socialismo y rechazar la "actitud conspirativa" y económica de los grupos concentrados en la Federación empresarial y en Consecomercio.
Con el correr de estos once años y medio, el Gobierno aún no logra entender que el país no aguanta el cambio sin rumbo que representa su proyecto político.
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