El sábado pasado Chacumbele, aparte de calificar al bestial asesino sirio Asad como "hermano", diagnosticó que la heroica revuelta popular que sacude aquella vieja tierra bíblica es nada menos que una "agresión fascista", patrocinada por "los imperios" no sólo el proverbial yanqui sino también las viejas potencias coloniales europeas.
La "gorilofilia", como denominara Fernando Rodríguez, esa particular inclinación de Chacumbele a hermanarse con cuanto simio político anda por esos mundos de Dios, tiranizando a los desgraciados pueblos que tienen el infortunio de padecerlos, lo lleva a declarar amor, solidaridad y fraternidad con especímenes tan impresentables como Gadafi, Ajmadineyad, Mugabe, Lukashenko, al-Bashir, sin olvidar al decano de todos, Fidel Castro, y desde luego a Asad, el sirio.
La especial fascinación que ejercen estos tiranos sobre Chacumbele no exige sabiduría psicoanalítica para entenderla. De ellos lo que le gusta es que se las han arreglado para gobernar indefinidamente, sin tener que pasar por las horcas caudinas de elecciones y demás zarandajas democráticas, que todavía el nuestro, mal que bien, se ve obligado a respetar.
Chacumbele proyecta en ellos su íntima aspiración a gobernar hasta que el cuerpo aguante. No tanto el suyo, por cierto, como el del pueblo venezolano.
Asad es un caso muy particular. Formalmente Siria no es una monarquía pero él heredó el poder de su padre, quien lo ejerció durante treinta años. Asad es como el regordete Kim Song Il, el hijo de Kim Il Sung, quien gobernó Corea del Norte hasta su muerte y legó el poder a su hijo, que ahora anda buscando "comprensión" para su propio retoño, a quien aspira dejar instalado en palacio, para prolongar la dinastía. Asad hijo, tiene ya diez años en el poder y quiere seguir, vista la ferocidad con la cual se aferra a éste, hasta que pueda transmitírselo a su hijo.
Pero los sirios se cansaron, tal como los tunecinos, los egipcios, yemeníes y otros pueblos árabes, salieron a la calle a protestar y exigir, primero reformas democráticas y ahora, vista la brutalidad criminal de su respuesta, la salida de esa bestia inhumana que ya ha dejado más de mil cadáveres como siniestros hitos de su afán de gobernar contra la voluntad de su pueblo.
Esa movilización social, sin precedentes, mucho más amplia, extensa y profunda que la de Túnez o Egipto, que abarca los cuatro puntos cardinales de Siria, que ha unido a todo el pueblo sirio contra el dictador, quien no cuenta sino con la Fuerza Armada como único (y letal) punto de apoyo, es lo que Chacumbele califica de "agresión fascista". Si a alguien se puede aplicar el calificativo es al hijo de puta de Asad, quien ha empleado el más puro terror fascista de Estado contra un pueblo desarmado, que no lo quiere y se lo hace saber todos los días, pasando por encima de sus cadáveres y sus tumbas, en una de las demostraciones de voluntad de lucha y coraje más admirables de estos tiempos. Fascista es el pensamiento de quien insulta al pueblo sirio para respaldar a un asesino bañado en la sangre de sus víctimas.
La "gorilofilia", como denominara Fernando Rodríguez, esa particular inclinación de Chacumbele a hermanarse con cuanto simio político anda por esos mundos de Dios, tiranizando a los desgraciados pueblos que tienen el infortunio de padecerlos, lo lleva a declarar amor, solidaridad y fraternidad con especímenes tan impresentables como Gadafi, Ajmadineyad, Mugabe, Lukashenko, al-Bashir, sin olvidar al decano de todos, Fidel Castro, y desde luego a Asad, el sirio.
La especial fascinación que ejercen estos tiranos sobre Chacumbele no exige sabiduría psicoanalítica para entenderla. De ellos lo que le gusta es que se las han arreglado para gobernar indefinidamente, sin tener que pasar por las horcas caudinas de elecciones y demás zarandajas democráticas, que todavía el nuestro, mal que bien, se ve obligado a respetar.
Chacumbele proyecta en ellos su íntima aspiración a gobernar hasta que el cuerpo aguante. No tanto el suyo, por cierto, como el del pueblo venezolano.
Asad es un caso muy particular. Formalmente Siria no es una monarquía pero él heredó el poder de su padre, quien lo ejerció durante treinta años. Asad es como el regordete Kim Song Il, el hijo de Kim Il Sung, quien gobernó Corea del Norte hasta su muerte y legó el poder a su hijo, que ahora anda buscando "comprensión" para su propio retoño, a quien aspira dejar instalado en palacio, para prolongar la dinastía. Asad hijo, tiene ya diez años en el poder y quiere seguir, vista la ferocidad con la cual se aferra a éste, hasta que pueda transmitírselo a su hijo.
Pero los sirios se cansaron, tal como los tunecinos, los egipcios, yemeníes y otros pueblos árabes, salieron a la calle a protestar y exigir, primero reformas democráticas y ahora, vista la brutalidad criminal de su respuesta, la salida de esa bestia inhumana que ya ha dejado más de mil cadáveres como siniestros hitos de su afán de gobernar contra la voluntad de su pueblo.
Esa movilización social, sin precedentes, mucho más amplia, extensa y profunda que la de Túnez o Egipto, que abarca los cuatro puntos cardinales de Siria, que ha unido a todo el pueblo sirio contra el dictador, quien no cuenta sino con la Fuerza Armada como único (y letal) punto de apoyo, es lo que Chacumbele califica de "agresión fascista". Si a alguien se puede aplicar el calificativo es al hijo de puta de Asad, quien ha empleado el más puro terror fascista de Estado contra un pueblo desarmado, que no lo quiere y se lo hace saber todos los días, pasando por encima de sus cadáveres y sus tumbas, en una de las demostraciones de voluntad de lucha y coraje más admirables de estos tiempos. Fascista es el pensamiento de quien insulta al pueblo sirio para respaldar a un asesino bañado en la sangre de sus víctimas.
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