El caso está en la nevera, mientras Guyana continúa tratando de sacarle partido a las riquezas del Esequibo, ante nuestra pasividad y Brasil avanza hacia la transformación de Guyana en una suerte de protectorado suyo, siempre fiel a su vocación imperial
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Para ser francos hay que reconocer que el actual gobierno venezolano frente a Guyana no ha sido más desaprensivo o laxo que los gobiernos anteriores, después de la firma del Protocolo de Puerto España, durante el primer gobierno de Caldera, y que congeló la controversia durante doce años.
Todos lo han sido. El caso está en la nevera desde entonces, mucho más de doce años, mientras Guyana continúa tratando de sacarle partido a las riquezas del Esequibo, ante nuestra pasividad y Brasil avanza hacia la transformación de Guyana en una suerte de protectorado suyo, siempre fiel a su vocación imperial. Ya construyeron una carretera desde Boa Vista hasta Georgetown y están adelantando los planes para la construcción de una gran represa en el territorio en “disputa”.
Es decir, lo que no hacemos nosotros, buscando formas de cooperación conjunta para la explotación de la región, lo está haciendo Brasil. Después no nos quejemos. Pero el gobierno de Chávez tiene una razón adicional para mostrarse tan “gentil” con Guyana. Su política caribeña. La cual constituye uno de sus mayores aciertos en política exterior, así como fue una de las más graves deficiencias de los gobiernos anteriores.
Chávez se ha asegurado 14 votos de los países angloparlantes caribeños en la OEA. Petrocaribe, desde luego (y no ser demasiado exigente a la hora de cobrar) tiene mucho que ver con ello, pero no es sólo Petrocaribe.
Hay una política global. De ella forma parte mantener un perfil muy bajo en la controversia con Guyana. Pero ha exagerado. Una cosa es aceptar en la práctica (cosa que ya otros venían haciendo) que el territorio esequibo, en los hechos, ya es básicamente guyanés y otra cosa es renunciar a la aspiración de una estrecha franja del territorio que nos asegure la salida al Atlántico.
Esa negociación está pendiente y no debe ser sacrificada en el altar de la geopolítica caribeña.
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