Por: Teodoro Petkoff/TalCualDigital
A estas alturas de la campaña electoral se puede predecir con bastante probabilidad de acertar que Henrique Capriles Radonski va a ganar las elecciones. Dos grupos de razones abonan tal presunción. Uno de ellos atañe a la campaña del propio Capriles y el otro a la de su rival, el presidente Chávez.
Por lo que respecta a la campaña del opositor, en primer lugar habría que apuntar que ella se apoya en un sólido bloque de todas las fuerzas que adversan al gobierno. Por primera vez se produce una circunstancia como esta, en la cual todos los matices de los partidos opositores se han unido, en un proceso laborioso, en el curso de los años que van desde 2007 hasta hoy.
Esa unidad se ha institucionalizado en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), donde han establecido mecanismos democráticos para atender las naturales divergencias que pudieran eventualmente presentarse. Esos mecanismos han logrado frenar las tendencias centrífugas, es decir, las tendencias a la dispersión y a las discusiones bizantinas.
Esto ha proporcionado un pedestal marmóreo a la candidatura, a prueba de intriguillas y zancadillas, que garantiza al candidato poder ocupar todo su tiempo en el esfuerzo electoral y no distraerse resolviendo disputas que a veces suelen ser muy engorrosas.
Por otro lado, el propio candidato, Capriles, contra muchas opiniones en contrario, ha logrado crear una avalancha popular, llena de euforia, emoción y diríase que hasta pasión.
Por donde pasa, arrastra tras de sí multitudes enormes, sea grande o pequeña la población visitada. Con un estilo sosegado, sobrio y corto, en absoluto contraste con el de Chávez, ha logrado tomar el pulso del país y, a su vez, este se lo ha tomado a él.
Resulta que es verdad que el país está cansado de un estilo de gobierno que ha sembrado encono y hasta odio, en una incesante camorra contra todo el mundo, sin que hasta ahora se pueda percibir qué beneficio ha extraído el país de esa manera de tratar el Presidente a sus propios compatriotas.
Capriles ha demostrado que los venezolanos, incluyendo a buena parte de los chavistas, quieren un presidente con el cual se pueda hablar y no un energúmeno que no habla ni deja hablar sino grita e insulta.
Por eso Capriles va a ganar. Por el otro lado, la campaña de Chávez luce pobretona (no en cuanto a dinero, que este le sobra), desangelada, con escasa intensidad.
El Presidente se ve recuperado de la enfermedad, pero su comportamiento, de poca presencia pública y gestos en cámara lenta, pareciera indicar que todavía debe andar con mucha precaución.
En un movimiento como el chavista, personalista, donde todo gira en torno a su líder, constituye un fuerte handicap no sólo para él sino para el propio partido, la limitación que a sus desplazamientos produce la enfermedad.
Finalmente, al cabo de casi catorce años, ya no se necesita más tiempo para comprobar que el gobierno es ineficiente y corrupto. El discurso circular y repetitivo de Chávez es elocuente en cuanto a que ya se le acabó la cuerda. Por eso va a perder
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