María Cristina Iglesias tiene un pasado político que ahora prefiere olvidar. Hace años pasó sus días feliz como blanca-blanquita. Seguro Uh Ah los blancos no se van, habrá gritado alguna vez. O lo habrá pensado.
María Cristina es un ejemplo de cómo aquello de freír las cabezas de los adecos en aceite caliente quedó tan en promesa vacía como tantas otras durante 14 años
Hace varias semanas en una reunión del PSUV, Blanca Eeckout llamó a los chavistas presentes a "exorcizar el adeco que está en nosotros". El llamado debe haber calado hondo en María Cristina Iglesias, una de las ministras más estables que ha tenido el gobierno de Chacumbele, en el despacho de Trabajo.
Quizá por un momento sintió vergüenza, se habrá ruborizado, habrá bajado la mirada, al recordar sus días de feliz blanca-blanquita (como Ibáñez), de accionar adeca rajá, de franelas con el Pan, Tierra y Trabajo estampados. Habrá pensado en su juventud militante, en su cargo como asistente de Paulina Gamus a quien apoyó ciegamente.
Uh Ah los blancos no se van, habrá gritado alguna vez. O lo habrá pensado. María Cristina es un ejemplo de cómo aquello de freír las cabezas de los adecos en aceite caliente quedó tan en promesa vacía como tantas otras durante 14 años.
Cort. TalCualDigital
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