Proyecto de Estado comunal es el mayor peligro que representa la autocracia en el país, por la obsesiva intención del fanfarrón comandante de pasar a la historia como instaurador del totalitarismo. Nuestro fanfarrón, hombre anclado mentalmente en los años 70, cayó bajo el influjo del zorro encantador de serpientes cubano, Fidel Castro, quien no tiene nada de pendejo.
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
El proyecto de Estado comunal es el mayor peligro que representa la autocracia que se vive en esta Tierra de Gracia, por la obsesiva intención del fanfarrón comandante de pasar a la historia como el instaurador del totalitarismo (léase socialismo del Siglo XXI) en el marco de la democracia formal.
Detrás de esta conducta enfermiza se manifiesta abiertamente un militar carismático, gran comunicador popular, quien insurgió como líder golpista en medio de la Venezuela políticamente menguada del 4 de febrero y cuyo pueblo reclamaba por un presidente "salvador".
Y nuestro fanfarrón, un hombre anclado mentalmente en los años 70, cayó bajo el influjo del zorro encantador de serpientes cubano, Fidel Castro, quien no tiene nada de pendejo, y avizoró en el teniente coronel el delfín que aseguraría la perpetuidad de su épica personal, que comenzó como una gran esperanza en la Sierra Maestra cubana y hoy agoniza como el mayor fraude político y criminal de la historia de América Latina.
Así las cosas, enfrentamos la tragedia de un autócrata que se caletrea las contraportadas de los libros para simularse como un líder ilustrado y que en realidad es solo un gobernante embrujado y hechizado que actúa como un zombi bajo la influencia de Fidel, quien por cierto no será absuelto por la historia pero hoy espera la muerte tranquilo y convencido de que su mundo y sus ideas quedarán preservadas en las "buenas manos" de su delfín.
No importa que el comunismo haya fracasado tras 70 años de totalitarismo soviético y que las comunas que impulsó Mao Zedong sean hoy un triste recuerdo en una China que hace un viraje extremo hacia el capitalismo salvaje y comienza a liquidar el legado maoísta.
La obsesiva ignorancia del fanfarrón le impide ver la realidad y modernidad política y está resuelto a llevarnos hacia la utopía ya superada por la historia.
Pero seguro estamos de que el bravío pueblo venezolano no permitirá un destino totalitario. Y como dice Héctor Lavoe, ¡todo tiene su final!
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