Nunca se dijo la verdad, pues jamás se reconoció que Hugo Chávez no podría volver a ejercer el poder. En este engaño tuvieron participación todos los poderes públicos. El TSJ, que prestó sus servicios para amoldar la Constitución, como el sastre con un traje, para adaptarla a la medida de las necesidades del cogollo chavista
XABIER COSCOJUELA/TalCualDigital
La mentira de este gobierno ha sido una constante durante 14 años, hasta convertirse en parte de su política oficial.
No son embustes que llamamos como piadosos, mentiras blancas, sino engaños, triquiñuelas, falsedades que llevan la impronta de que salen de Miraflores, no de algún medio de comunicación.
Basta recordar los 17 intentos de magnicidio denunciados por el Gobierno y de los cuales nunca se mostraron pruebas de ninguno de ellos, por muy insignificante que fuera. La versión endógena del Agente 007 descubrió varios planes de invasión. Pura paja.
No hablemos de las distintas promesas anunciadas en cadena nacional y no cumplidas, porque la lista se vuelve interminable. Pero el episodio donde la mentira y la manipulación alcanzaron un grado de desarrollo insuperable fue con el manejo de la enfermedad del Presidente.
Desde distintos sectores del país, incluyendo esta página editorial, se preguntó varias veces durante el inicio de la campaña electoral sobre las facultades del aspirante a la reelección para poder ejercer un nuevo mandato constitucional. Quienes tengan algún conocimiento de lo que significa un padecimiento como el cáncer sabrán que las dudas tenían sobrados fundamentos, pues se trata de una enfermedad terrible.
La respuesta, oída por todo el país, fue que el cáncer había desaparecido. Incluso el fallecido mandatario aseguró que del cáncer ni se acordaba. Lamentablemente la realidad fue muy distinta.
En esas condiciones y engañando a todo el país, los líderes del chavismo, con su jefe a la cabeza, afrontaron la justa electoral, campaña que no pudo sino empeorar la salud del primer mandatario.
Lo más sensato, lo más honesto, habría sido que el chavismo presentara otro candidato y que el Presidente se dedicara a sanarse, pero las apetencias de poder pudieron más que la razón y la sindéresis.
Sin embargo, no fue esa etapa por la conquista de los votos cuando el capítulo de las mentiras alcanzó su clímax. Lo más escandaloso estaba por llegar.
Apenas dos meses después de ser reelecto, el presidente Chávez anunció un nuevo viaje a La Habana, el que a la postre sería su último contacto con los venezolanos. Desde esa fecha y hasta el día de su muerte, desde el gobierno se desarrolló toda una campaña de manipulación para engañar a los venezolanos y, en particular, a quienes respaldaron al finado Presidente.
Nunca se dijo la verdad, pues jamás se reconoció que Hugo Chávez no podría volver a ejercer el poder, algo que los médicos tratantes, por muy piratas que fueran, debieron habérselo advertido. En este engaño tuvieron participación todos los poderes públicos.
El TSJ, que prestó sus servicios para amoldar la Constitución, como el sastre con un traje, para adaptarla a la medida de las necesidades del cogollo chavista.
La Asamblea Nacional permitiendo que el usurpador presentara un informe anual que no le correspondía. A ese coro se unieron las representantes de la Fiscalía y la Defensoría. Cuando desde la calle se exigió que se dijera la verdad sobre la salud del Presidente, el gobierno a través del yerno del mandatario, mostraba unas fotografías y afirmaba que se había producido una mejoría.
De hecho, su regreso al país se "vendió" como una prueba más de que el estado de salud del Presidente mejoraba. Todos vimos al ministro de Información coreando en VTV el "volvió, volvió, volvió", como si hubiese despertado el 13 de abril de 2002. Lo que quisieron transmitir es que todo iba por buen camino.
Volvieron a engañar a los venezolanos. La verdad, tristemente, se impuso apenas unos días más tarde. Hay un refrán muy criollo que suele advertir a los coberos cuando se nos acercan con sus invenciones: "la mentira, amigo, siempre tiene patas cortas".
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