En total, si de verdad el sábado amanecerá sin ninguna de las medidas, serán 11 días de parálisis. Como buen duelo nacional, las oficinas públicas han trabajado a medias, las instituciones del Estado están dedicadas a honrar y despedir al fallecido Presidente, con buena parte de su personal en la cola de Los Próceres
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
En teoría, hoy es el último día de luto nacional y de la ley seca. Ambas cosas fueron extendidas y vueltas a extender a lo largo de estas dos últimas semanas.
En total, si de verdad el sábado amanecerá sin ninguna de las medidas, serán 11 días de parálisis. Como buen duelo nacional, las oficinas públicas han trabajado a medias, las instituciones del Estado están dedicadas a honrar y despedir al fallecido Presidente, con buena parte de su personal en la cola de Los Próceres.
Pero esa no fue la única razón para extender el luto. También influyeron las ganas de alargar el aprovechamiento del muerto para la campaña electoral.
Pero tanto tiempo pasa con el país medianamente paralizado que uno se pregunta si es que Nicolás no quiere que el país termine de arrancar para que no se note lo mal gobernante que es.
Después de todo, en 100 días que lleva gobernando ya nos clavó una devaluación brutal de casi 50% de la moneda que decían era "fuerte", tumbó el Sitme y dejó pelando a los importadores. Un paquetazo maduro del que aún no sabemos lo que falta por venir.
Entonces lo que ha sido continuado es el mismo circo necrófilo (con payasos repetidos traídos incluso de otras tierras) en el que han convertido el fallecimiento de un Presidente de la República, velado sin su banda presidencial que lo honraría como tal, por cierto, según versiones de quienes lo han visto.
A la par, tenemos un país cero productivo, con cero trabajo, casi cero comercio, cero muchas cosas, a la expectativa de las nuevas medidas, esas que ya el Encargado asomó pero "no tenía cabeza para ocuparse de ellas" en este momento. Menos mal que vamos camino a ser un "país potencia", como tanto pregonan.
Ni hablar de las deudas de las licorerías, que sin dólares para importar y sin ingresos para pagar sueldos van derechito a la quiebra. Es el triunfo de la revolución reposera y pacata de Nicolás. Pero sigue la borrachera, la otra.
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