jueves, 18 de julio de 2013

Plebiscito o contienda

Las municipales pueden servir como escenario y tribuna para hacer propuestas con una vocación nacional. Para la alternativa democrática es de importancia central que sean percibidas como un plebiscito. El desconocimiento chavista de una eventual derrota, podría colocar a Maduro en una condición de mucha fragilidad

VLADIMIRO MUJICA/TalCualDigital
Discutir el carácter de las venideras elecciones munipales desde el punto de vista puramente formal no es especialmente instructivo. De allí solamente se deriva la conclusión de que dada su condición de elecciones regionales, no revisten el caracter de una verdadera consulta popular sobre el estado de la nación y su gobierno.

Pero esa es solamente la verdad formal y, en cierto modo, histórica. La verdad política puede terminar por ser completamente diferente. En un país poseído por el paroxismo del centralismo más exacerbado y viviendo un estado de polarización extrema desde hace más de una década, cualquier consulta popular, y eso el chavismo lo entiende mejor que la oposición, puede terminar por convertirse en el punto de partida de eventos impredecibles.

La incertidumbre sobre lo que puede desencadenarse en Venezuela si el gobierno pierde las elecciones municipales de una manera contundente es una de las pocas cosas que comparten gobierno y oposición. La incertidumbre no proviene tanto del campo opositor, donde se ha trazado una clara línea de respeto a las salidas democráticas, sino más bien del campo chavista, donde los adversarios internos del madurismo pueden terminar de culpar al Presidente de haber dilapidado el inmenso capital político que les dejó Chávez.

La predecible protesta de los sectores más militaristas y violentos del chavismo, e inclusive una conducta de desconocimiento abierto de una eventual derrota electoral, podría colocar a Maduro en una condición de mucha fragilidad y llevar al país a una situación de precaria gobernabilidad.

Para la alternativa democrática es un asunto de importancia central que las elecciones municipales sean percibidas como un plebiscito sobre la acción del gobierno y la exclusión de la mitad del país que no respalda el proyecto autoritario chavista. Esto es perfectamente viable si se logra la fórmula de oro de concertar y hacer converger la conflictividad popular con el acto electoral.

Es necesario reconocer que Capriles, en su condición de líder fundamental de la alternativa democrática y jefe de campaña designado por la MUD, ha planteado el problema, pero todavía estamos lejos de ese objetivo. Siguen existiendo tendencias en la oposición, perfectamente respetables pero en este momento muy inconvenientes, que pretenden seguir viendo las elecciones de diciembre como un acto donde deben expresarse primariamente los liderazgos locales.

Eso es verdad, pero es insuficiente. En un combate donde se nos va la vida como país no puede aceptarse el criterio de que las consideraciones locales deben privar de modo exclusivo sobre los grandes problemas nacionales.

En un país donde el poder y la institucionalidad han sido secuestrados por la oligarquía chavista hay que construir un lenguaje que transmita con claridad el mensaje de que quienes tienen todo el poder, y lo administran con el propósito de nunca abandonarlo, y no para servir a la gente, son responsables por el agravamiento de los males de Venezuela que ha ocurrido en esta década.

Bajo esa óptica, las elecciones municipales deben ser entendidas y vistas como escenarios y tribunas para denunciar lo que ocurre y hacer propuestas a nivel local pero hacerlo con una vocación nacional.

Es, en el fondo, el mismo tema sobre el cual yo, y mucha otra gente, hemos insistido en relación con los conflictos sociales sectoriales, sean éstos de las universidades o de los sindicatos en Guayana: la protesta es una sóla porque la causa de la misma es única. Solamente cuando se entienda la naturaleza multiforme de lo que se pretende combatir, es decir el proyecto de poder chavista, se terminará por actuar de acuerdo a las tremendas exigencias de estos tiempos.

Imaginemos que llegamos a unas elecciones "calientes" en diciembre. Unas en las cuales las protestas diarias que se suceden en Venezuela, y que el gobierno trata de silenciar acosando a los medios o imponiéndoles la autocensura, adquieran una vocería política única en el ámbito nacional y variada y diversa en los espacios regionales, con una sola visión compartida que haga evidente la confrontación con un centro único de poder y con un proyecto autoritario que se expresa en varios espacios de conflicto sobre los cuales es necesario actuar regionalmente. Ese será el momento en que terminará por percibirse que la alternativa democrática tiene, en verdad, un plan de recuperación y reunificación de Venezuela.

Que la posibilidad de convertir a las elecciones municipales en un plebiscito existe es algo que tenemos que considerar cuidadosamente cada vez que la trituradora de liderazgos que es la escena política venezolana irrumpe contral Capriles.

Indispensable es criticar para que las cosas mejoren, pero hay una línea que no debemos cruzar so pena de destruir todo lo que hemos avanzado en estos años tan difíciles para lo que queda de democracia y libertad en Venezuela.

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