Por: VenEconomía
El conflicto en Siria está en plena efervescencia. El régimen forajido (y ahora genocida) de Bashar al Assad colmó la paciencia de la comunidad internacional con el inaceptable ataque con armas químicas a la población civil cerca de Damasco, que arrojó un saldo de unas mil víctimas, muchas de ellas niños y jóvenes.
Unas diez potencias mundiales, entre ellas Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos estarían preparando una intervención rápida y limitada contra objetivos militares en ese país, para evitar que siga la masacre a la población.
Ante esta situación, Nicolás Maduro y su combo se han puesto inconcebiblemente del lado del asesino al Assad y en contra del pueblo sirio. Esta es una posición contraria a la que ha mantenido Venezuela históricamente frente a conflictos de orden racial o religioso, especialmente cuando del Medio Oriente se trata. Desde la fundación de la OPEP, los gobiernos de Venezuela si bien eran aliados en materia petrolera con todos los productores y exportadores, mostraron siempre una absoluta neutralidad e independencia de criterios, basándose en la pluralidad ideológica, religiosa y racial característica de la idiosincrasia venezolana.
Una posición neutral que era merecedora del respeto de todo el globo.
Pero con la llegada de Chávez, sus ideas comunistoides obsoletas, y de mano de Norberto Cerecole, las cosas comenzaron a cambiar. Se inyectó un antisemistismo en las relaciones internacionales y el gobierno comenzó a aliarse con gobiernos execrados de la comunidad internacional, patrocinadores de terroristas y exterminadores de su población. Saddam Hussein, Robert Mugabe, Muammar Gaddafi, Bashar al Assad, y otros por el mismo estilo, fueron los amigos dilectos de Chávez. Ahora, personajes como éstos son también a los que arrima Maduro sus querencias.
Maduro, al igual que Chávez, tiene una fijación con el imperio del Tio Tom, y sólo por molestar o llevar la contraria a Estados Unidos, vende gasolina a descuento a Palestina (por cierto gasolina que ya Venezuela no produce) o se alía con socios como China y Rusia, muy lejanos a los intereses nacionales.
Maduro ahora se opone y denuncia que se le ponga freno a un gobierno que extermina a la población civil e indefensa de Siria. Esto viene a ser como la gota que colma el vaso de la destrucción a la que se ha llevado a la política exterior y a la desprofesionalización del cuerpo diplomático.
Al igual que la PDVSA de Rafael Ramírez, la “Cancillería” de Venezuela de la mano de Maduro es un nido de “revolucionarios”, que nada saben de diplomacia y que se están poniendo de espaldas a toda la civilidad de la comunidad internacional.
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