Si es verdad lo que dijo el médico oncólogo José Manuel Olivares sobre el desinterés de la ministra de Salud, Isabel Iturria, por los equipos de radioterapia que considera irrelevantes porque "al fin y al cabo esos pacientes se van a morir", estamos en presencia de un monstruo dirigiendo las políticas de salud en Venezuela.
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Si es verdad lo que dijo el médico oncólogo y dirigente político José Manuel Olivares sobre el desinterés de la ministra de Salud, Isabel Iturria, por los equipos de radioterapia que considera irrelevantes porque "al fin y al cabo esos pacientes se van a morir", estamos en presencia de un monstruo dirigiendo las políticas de salud en Venezuela.
Esta señora lo menos que debería hacer es renunciar ante la confesión de su inhumano despropósito. Pero además tendría que responder a la alerta de caos y crisis en las salas de radioterapia que expuso abiertamente en VTV la semana pasada la viceministra del despacho Nuramy Gutiérrez. ¿Qué hacer para que este desgobierno respete los derechos humanos?
Por ejemplo, que termine la tortura de casi 10 años a la que se ha sometido al comisario Iván Simonovis, acusado por delitos no comprobados y menores que los que intentó el fallecido presidente Chávez cuando ordenó el Plan Ávila en abril de 2002 para apagar a punta de metralla la protesta popular.
¿Será necesario que vuelva el pajarito mensajero, se le monte en la cabeza a Nicolás y le repita la orden que el fallecido comandante supremo dio meses antes de su partida, de atender con humanismo a todos los enfermos de cáncer y otros males y en especial a quienes estaban tras las rejas?
Hoy están colapsadas las salas de radioterapia del Hospital Clínico, el Padre Machado, el Domingo Luciani y el Hospital Luis Razetti, con miles de pacientes luchando por sobrevivir al cáncer o vivir un tiempo más.
Entretanto, Nicolás, sacándole el cuerpo a esta tragedia, acelera su cháchara y blablablá contra la corrupción haciendo además peculado de uso, léase corrupción, al utilizar los medios de comunicación social parapromover a sus candidatos a las elecciones del 8D.
Grita e insulta con o sin cadenas todo el día y hasta lanza un reto a debatir sobre la corrupción, para después recular como le enseñó su papá comandante eterno.
Un aguajero pues, como se decía tiempo atrás, cháchara y cháchara, de quien en definitiva parece importarle un bledo los derechos humanos de los venezolanos, especialmente quienes no comulgan con esta revolución del blablablá.
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