N o tienen razón los que siguen creyendo que las extremas e histéricas conductas del gobierno no son sino dislates del desenfrenado verbo de Maduro o meras disonancias del cerebro de cuartel de Cabello. Ni tampoco furias polarizadoras oficialistas frente a las amenazantes encuestas de diciembre. No, son más que discursos.
Son ladridos pero también mordiscos.
Con la mayor impudicia los Poderes, como siempre, han acatado fielmente las órdenes de Arriba y se disponen a ejecutarlas. La Fiscala, por donde comienza la agresión por razones logísticas, ya ha recibido la buena pro del Tribunal Supremo, ¡por unanimidad!, en su acusación a los diputados Caldera y Aranguren. A estos casos ya nos hemos referido, a la inenarrable arbitrariedad jurídica en el caso de Caldera y a la impúdica manipulación de la justicia, en un asunto que todavía conocemos a medias, que implica su utilización ad hoc, un lustro en hibernación y una elección popular de por medio, para complacer el deseo madurista de acrecentar su poder para parecerse un poco más a un Presidente (Qué falta hace la magistrada Mármol de León que siempre ponía unos gramos, invalorables, de decencia en ese TSJ).
Lo del diputado 99 encerrado en Fuerte Tiuna, si es cierta la especie, le da un toque cívicomilitar de lo más hilarante y torvo al antidemocrático espectáculo.
Lo de 2001 ya también comenzó a dar sus primeros pasos procedimentales. Recuérdese aquí que Maduro, actuando como su papá (Afiuni, por ejemplo), no solo criticó el titular de ese diario sobre la escasez de gasolina sino que pidió cárcel para los impíos periodistas y dueños del medio.
La Fiscala, sin dudar un instante, sin pensarlo, puso en marcha el ataque inclemente. Todo ello por un titular que apuntaba a un fenómeno que alguna realidad tiene, la suficiente para que Rafael Ramírez reconociera que hay congestionamiento en las estaciones, claro que debido a perversos rumores, a la guerra económica seguro, que también hace escasear el papel tualé y otros ausentes. De más está decir que nos solidarizamos con los colegas y con la libertad de expresión, otra vez atropellada.
Pero, sin duda, el hecho más relevante, quizás desde que Maduro agarró el cotarro, y al cual le dedicamos ya dos editoriales, es la constitución del Cesapp. El cual a lo mejor existió desde hace rato, quién quita: ese misterioso comité político-militar de la revolución que de vez en cuando nombraba, con mucho respeto, el Sucesor y que ahora se hace público. Arma fundamental que parece haber absorbido casi todos los poderes decisivos para la defensa de la patria de enemigos externos e internos y mantener su buen orden, en esta "guerra" en la cual, según el gobierno, un acto bélico puede ser cualquier cosa, una información de prensa, la compra de varios paquetes de harina Pan, una huelga contra el abuso, admirar a Cristóbal Colón, tener amistad con un colombiano que votó por Uribe, crear "sensación de inseguridad" contando asesinatos, traicionar a la patria hablando pendejadas del gobierno en una tasca madrileña, no gustar del joropo o del sancocho de pecho y así sucesivamente.
Cuidado y le dan un mordisco uno de estos calurosos y lluviosos días.
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