Foto de archivo |
No sabemos si la intención de la Fosforito fue burlarse de la opinión pública y de los privados de libertad y sus familiares, o si en verdad de su tempestuosa mente surgió la idea de convertir las armas con las que han sido asesinadas casi 2.000 personas (sólo en dos de sus años como ministra), es un motivo maravilloso que merece ser exhibido como un trofeo a su deprimente trabajo.
En la gestión de Varela no se ha inaugurado un recinto carcelario de los tantos que ha ofrecido, a pesar de que desde octubre de 2012 el presidente Chávez decretó una Emergencia para la Infraestructura Carcelaria durante la cual se construirían 24 nuevas prisiones para reclusión de procesados, de los cuales aún esperamos que se inaugure el primero. Sin embargo, ahora proponen hacer un museo para las armas incautadas en las cárceles.
Sabemos de la grave situación del sistema carcelario y también que la gestión del actual ministerio penitenciario en vez de mejorarla, la ha empeorado. El hacinamiento es supera 200% en general, y casos extremos como la Penitenciaria General de Venezuela en Guárico o la cárcel de Tocorón en Aragua supera 1.000%; el retardo procesal sigue siendo de más de 60% a pesar del Plan Cayapa, que nada ha logrado. En nuestras cárceles la oferta de armas de fuego supera la demanda. Hay tantas y tan variadas que llenarían un museo.
Lo que no explica la ministra Varela es cómo llegaron esas armas a los recintos carcelarios, quiénes las introdujeron y cómo hicieron. Un dato que es de mucho interés para los conocedores del tema penitenciario es cuántas personas han sido detenidas y si se les sigue algún proceso por el ingreso de estas armas a las cárceles, cuestión desconocida por todos y de la cual la ministra tampoco habla.
Por si esto fuera poco, la eficiente funcionaria, en una visita que realizó con un grupo de defensores públicos de países del Mercosur a la cárcel del Rodeo II, declaró a los medios de comunicación que le pediría al presidente Maduro que les diera un indulto a los reclusos que aprendieran a hablar ¡cuatro idiomas! dentro de la cárcel.
Sin duda una explosión de creatividad de la comandante Fosforito, que está clara que al menos la mitad de los presos apenas sabe leer, escribir y hablan con suma dificultad el español, que es su lengua de origen, y que en los recintos carcelarios no se les da ningún tipo de educación.
El Estado sigue renuente a cumplir con lo que establece la Constitución referente al sistema penitenciario. Sin embargo, la responsable del caos de nuestras cárceles ve como una solución que se haga un museo con las armas que han teñido de sangre a Venezuela durante su gestión. ¡Aplausos!
Fuente: El Nacional
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