Se comprende perfectamente que en las urbes modernas y atestadas de gente, el sistema Metro sea reflejo de los problemas de su ciudad.
Por eso va in crescendo la presencia en los vagones de toda clase de artistas improvisados y de desempleados que piden “ayuditas”, enfermos que no tienen para las medicinas, y madres que carecen de recursos para un examen radiológico de última generación…
Incluso, hasta puede ser una farsa. La gente lo acepta sin escándalo. Eso es normal en una sociedad llena de excluidos, a pesar de la revolución bonita. A este ritmo, los usuarios del Metro de Caracas nos toparemos en cualquier momento con un circo ambulante con carpa y todo haciendo piruetas en un vagón.
Pero, un par de niños menores de 10 años (hembra y varón) cantando coplas llaneras y pidiendo limosna es como mucho. Y peor, cuando un ingenuo ciudadano se acerca a un funcionario del Metro y le recuerda que eso viola flagrantemente la Lopna, a lo que éste le responde, encogiendo los hombros…”ojalá sólo fueran dos”.
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