Viernes, 21 de mayo de 2010
Más allá de rumores y chismes sobre si hay o no enfrentamientos entre los dirigentes máximos de la economía oficial del país, es inevitable preguntarse por qué el empecinamiento del gobierno en arrasar con las casas de bolsa y sociedades de corretaje y todo aquél que pueda tener un dólar sin ser gobierno.
Una cosa es controlar, supervisar, vigilar que las cosas se hagan bien, y otra el clima de terror que el gobierno ha desatado. Igualmente, una cosa es controlar, vigilar, y otra pretender tenerlo todo aferrado en un puño. Y, aún peor, que además nadie sepa para dónde va a moverse ese puño crispado.
El gobierno da la sensación de creer que todo aquél que tenga un dólar es un bandido, que cada mañana los poseedores de divisas se levantan de la cama pensando en a quién van a robar. No es así, por supuesto, pero lo que sí es cierto es que un ambiente y una posición de constante acusación y sospecha, sólo lleva a atemorizar, a ocultarse.
Se anuncia una política dura para evitar que los dólares que andan por ahí sean estrictamente controlados, pero no se marcan las reglas del nuevo juego. Se asoma más o menos cómo va a ser, pero no se precisa y en cambio se opta por paralizarlo todo hasta que se tomen decisiones. Es decir, se paran los dólares en un país cuya principal industria trabaja y produce en dólares, y que importa –y obviamente debe pagar en dólares- la casi total mayoría de lo que consume.
La única conclusión posible es que simplemente el gobierno no sabe qué hacer, que anda controlando “al ojo por ciento”, que hay terquedad en un posicionamiento ideológico político, pero ignorancia en lo que hay que hacer en lo económico.
Que es, precisamente, la más riesgosa ignorancia para un gobierno que pretende tenerlo todo bajo su directo control.
Cort. Analítica.com
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