¿Qué Néstor Kirchner tenía una amante? Todos esperaban que los diarios más grandes de Argentina confirmaran la noticia de que no había una viuda del ex presidente fallecido, sino dos, pero pasaron los días y a pesar de que El Clarín y La Nación están de primeros en las filas de la oposición y todos los argumentos parecen válidos de cara a las próximas elecciones presidenciales, no pasó nada.
Poco se dijo de Elizabeth Miriam Quiroga, quien dio la primicia a la revista Noticias de su relación con Kirchner a escasos tres meses de su muerte, no sin levantar cierto revuelo en el interior del país y en el extranjero, algo que debió compensar la insatisfacción por el débil estallido de una bomba guardada con tanto recelo.
Después de una vida entera en matrimonio con Cristina, no sería raro que Néstor hubiera tenido una amante, o varias, y que en este caso esa amante hubiera sido su secretaria, también periodista y locutora oficial de la campaña que lo llevaría a la presidencia en 2003, desde su provincia natal Santa Cruz. Pero esta sería la primera vez que se confirma una aventura suya, claro, cuando él ya no puede negarla, acercándolo si acaso a los tobillos de sus antecesores: de Perón hay historias que harían sonrojar por fin a Berlusconi, y de Ménem otras que rayan en el absurdo, como cuando tuvo intensiones libidinosas nada más ni nada menos que con Madonna, durante una visita que le hizo al mandatario.
“De la historia de Miriam no debe haber pruebas”, nos dice Sylvina Walger, una periodista ácida y sin pelos en la lengua que escribió hace poco una biografía no autorizada de Cristina, donde aclara que ni la más dura oposición se atrevería a sacar una noticia como esa sin más asidero que el testimonio de la amante. En una especulación mayor, podría decirse que lo único que avala su relato es que fue despedida de la Dirección del Centro de Documentación Presidencial por la propia Cristina hace algo más de un mes, tiempo en el que, humillada, pudo haber incubado la idea de vengarse y decidir salir a la luz pública como la Evita de Kirchner, en un acto kamikaze que la deja frente a un futuro incierto, porque la única fuente de ingresos que le queda, según le contó a Noticias, sería una fundación que, volvemos a imaginar, ya no vivirá de los subsidios oficiales.
De hecho, el temor es que Miriam hable más y revele información delicada que pudiera tener de su amado, por ejemplo, por qué no, el paradero de los intereses generados por los 600 millones de euros que sacó de Santa Cruz para manejarlos mejor en el exterior, cosa que a la postre, y por esas extrañezas de la vida, le sirvió para hacerse fama nacional de administrador decente y le allanaría parte del camino al Sillón de Rivadavia, en la Casa Rosada. Miriam era su cancerbero en el infierno del poder que construyó, y en esa medida el miedo por sus futuras palabras podría tener razones fundadas.
Mientras Néstor gobernó su provincia, por diez años, Cristina fue diputada y senadora con asiento en Buenos Aires, es decir que por todo ese tiempo vivieron a cientos de kilómetros de distancia insalvable, entre otras cosas, por el temor de Kirchner a los aviones. Para Sylvina Walger, ellos no compartían una historia de amor, sino una de dinero y ambición con una escena oculta de secretos personales escabrosos. Pero es vox populi que la infiel fue ella, con varios amantes desde los tiempos en que era Cristina Fernández y no Cristina K. De él, en cambio, sólo se rumoró sobre una empresaria de turismo en la ciudad patagónica de Calafate, cercana al glaciar Perito Moreno. Nada grave, pero desataría la furia de su esposa y se cuenta que, por esa razón, mandaría a construir un hotel cercano al de su rival para “fundirla” en sus propios pagos.
En la biografía de Walger se lee a una Cristina arribista, ambiciosa y egocéntrica que, sin embargo, sólo fue una ficha sometida por su marido. Mientras Ménen estuvo de fiesta, con pizza y champaña, Néstor ideó un plan descomunal para tomarse Argentina, que se siguió al pie de la letra y lo convirtió en el hombre que mayor acumulación de poder conseguiría después de Perón, algo envidiable para una oposición dispersa e igual de cuestionable a la que no le alcanzará la vida para hacerse a algo ni parecido. “Cristina es una memorista”, explica Walger, y ahora se ha quedado sin letra. En este punto es inevitable pensar en la tira cómica de Warner, Pinky y Cerebro. La idea era un periodo para Néstor, otro para Cristina, el que se está terminando, luego dos más para él y si hiciera falta, uno final para ella. En total, veinte años de poder absoluto. Sin el ratón “Cerebro”, el plan tiene que cambiar. Algunos aseguran que Cristina va de feliz salida a dictar conferencias y comprar carteras Hermes por el mundo, y otros que se mantendrá, aunque ella no sea la que gobierna, sino el pequeño círculo que la rodea. Por ahora no hay nada cierto, más allá de que el ambiente está enrarecido, con una inflación que dista mucho de la oficial y que se siente en la vida real, con cambios drásticos entre semanas y arrendamientos que desde un inicio amarran aumentos de 20% al año, o incluso cada seis meses.
Miriam Quiroga ha herido el ego de Cristina, seguro, pero también ha dicho algo más: que no representa a Néstor ni a su “gobierno para el pueblo”, y que los cambios del personal cercano, los que han trabajado mano a mano con él, como ella, concretan la pérdida final de un legado del que, no obstante, personas como Sylvina Walger, ex miembro de la agrupación guerrillera Montoneros, se permiten dudar: este gobierno se apropió de la bandera de los derechos humanos y sólo tiene eco en el llamado “grupo polilla”, ese al que habría que echarle naftalina para sacarle la obsesión por los años setenta. Era necesario el reconocimiento de las víctimas de la dictadura, y su reparación, pero aquí no se hablaría de ideología, sino de negocios, si bien Néstor quería pasar a la historia y ahí, en ese sentido, se ganó un lugar merecido. Las figuras destacadas de las Madres de la Plaza de Mayo, por ejemplo, parecen no estar más en el centro por la antipatía que despertarían entre los electores. No es secreto que desde que los K. están en el poder, ellas también hicieron su agosto y, entre otras, hoy por hoy tienen quizá la “empresa” de construcción de vivienda de interés social más grande de Argentina, a fuerza de un caudal de dineros públicos con el que nunca se hubieran atrevido a soñar.
En un caldeado año de elecciones habrá tiempo para escuchar todo lo imaginable, y un poco más. Si van a sacar a las personas “como perros”, como Miriam, lo mínimo es esperar que ladren y que los cabos se aten, a diestra y siniestra.
FUENTE: www.kienyke.com
Poco se dijo de Elizabeth Miriam Quiroga, quien dio la primicia a la revista Noticias de su relación con Kirchner a escasos tres meses de su muerte, no sin levantar cierto revuelo en el interior del país y en el extranjero, algo que debió compensar la insatisfacción por el débil estallido de una bomba guardada con tanto recelo.
Después de una vida entera en matrimonio con Cristina, no sería raro que Néstor hubiera tenido una amante, o varias, y que en este caso esa amante hubiera sido su secretaria, también periodista y locutora oficial de la campaña que lo llevaría a la presidencia en 2003, desde su provincia natal Santa Cruz. Pero esta sería la primera vez que se confirma una aventura suya, claro, cuando él ya no puede negarla, acercándolo si acaso a los tobillos de sus antecesores: de Perón hay historias que harían sonrojar por fin a Berlusconi, y de Ménem otras que rayan en el absurdo, como cuando tuvo intensiones libidinosas nada más ni nada menos que con Madonna, durante una visita que le hizo al mandatario.
“De la historia de Miriam no debe haber pruebas”, nos dice Sylvina Walger, una periodista ácida y sin pelos en la lengua que escribió hace poco una biografía no autorizada de Cristina, donde aclara que ni la más dura oposición se atrevería a sacar una noticia como esa sin más asidero que el testimonio de la amante. En una especulación mayor, podría decirse que lo único que avala su relato es que fue despedida de la Dirección del Centro de Documentación Presidencial por la propia Cristina hace algo más de un mes, tiempo en el que, humillada, pudo haber incubado la idea de vengarse y decidir salir a la luz pública como la Evita de Kirchner, en un acto kamikaze que la deja frente a un futuro incierto, porque la única fuente de ingresos que le queda, según le contó a Noticias, sería una fundación que, volvemos a imaginar, ya no vivirá de los subsidios oficiales.
De hecho, el temor es que Miriam hable más y revele información delicada que pudiera tener de su amado, por ejemplo, por qué no, el paradero de los intereses generados por los 600 millones de euros que sacó de Santa Cruz para manejarlos mejor en el exterior, cosa que a la postre, y por esas extrañezas de la vida, le sirvió para hacerse fama nacional de administrador decente y le allanaría parte del camino al Sillón de Rivadavia, en la Casa Rosada. Miriam era su cancerbero en el infierno del poder que construyó, y en esa medida el miedo por sus futuras palabras podría tener razones fundadas.
Mientras Néstor gobernó su provincia, por diez años, Cristina fue diputada y senadora con asiento en Buenos Aires, es decir que por todo ese tiempo vivieron a cientos de kilómetros de distancia insalvable, entre otras cosas, por el temor de Kirchner a los aviones. Para Sylvina Walger, ellos no compartían una historia de amor, sino una de dinero y ambición con una escena oculta de secretos personales escabrosos. Pero es vox populi que la infiel fue ella, con varios amantes desde los tiempos en que era Cristina Fernández y no Cristina K. De él, en cambio, sólo se rumoró sobre una empresaria de turismo en la ciudad patagónica de Calafate, cercana al glaciar Perito Moreno. Nada grave, pero desataría la furia de su esposa y se cuenta que, por esa razón, mandaría a construir un hotel cercano al de su rival para “fundirla” en sus propios pagos.
En la biografía de Walger se lee a una Cristina arribista, ambiciosa y egocéntrica que, sin embargo, sólo fue una ficha sometida por su marido. Mientras Ménen estuvo de fiesta, con pizza y champaña, Néstor ideó un plan descomunal para tomarse Argentina, que se siguió al pie de la letra y lo convirtió en el hombre que mayor acumulación de poder conseguiría después de Perón, algo envidiable para una oposición dispersa e igual de cuestionable a la que no le alcanzará la vida para hacerse a algo ni parecido. “Cristina es una memorista”, explica Walger, y ahora se ha quedado sin letra. En este punto es inevitable pensar en la tira cómica de Warner, Pinky y Cerebro. La idea era un periodo para Néstor, otro para Cristina, el que se está terminando, luego dos más para él y si hiciera falta, uno final para ella. En total, veinte años de poder absoluto. Sin el ratón “Cerebro”, el plan tiene que cambiar. Algunos aseguran que Cristina va de feliz salida a dictar conferencias y comprar carteras Hermes por el mundo, y otros que se mantendrá, aunque ella no sea la que gobierna, sino el pequeño círculo que la rodea. Por ahora no hay nada cierto, más allá de que el ambiente está enrarecido, con una inflación que dista mucho de la oficial y que se siente en la vida real, con cambios drásticos entre semanas y arrendamientos que desde un inicio amarran aumentos de 20% al año, o incluso cada seis meses.
Miriam Quiroga ha herido el ego de Cristina, seguro, pero también ha dicho algo más: que no representa a Néstor ni a su “gobierno para el pueblo”, y que los cambios del personal cercano, los que han trabajado mano a mano con él, como ella, concretan la pérdida final de un legado del que, no obstante, personas como Sylvina Walger, ex miembro de la agrupación guerrillera Montoneros, se permiten dudar: este gobierno se apropió de la bandera de los derechos humanos y sólo tiene eco en el llamado “grupo polilla”, ese al que habría que echarle naftalina para sacarle la obsesión por los años setenta. Era necesario el reconocimiento de las víctimas de la dictadura, y su reparación, pero aquí no se hablaría de ideología, sino de negocios, si bien Néstor quería pasar a la historia y ahí, en ese sentido, se ganó un lugar merecido. Las figuras destacadas de las Madres de la Plaza de Mayo, por ejemplo, parecen no estar más en el centro por la antipatía que despertarían entre los electores. No es secreto que desde que los K. están en el poder, ellas también hicieron su agosto y, entre otras, hoy por hoy tienen quizá la “empresa” de construcción de vivienda de interés social más grande de Argentina, a fuerza de un caudal de dineros públicos con el que nunca se hubieran atrevido a soñar.
En un caldeado año de elecciones habrá tiempo para escuchar todo lo imaginable, y un poco más. Si van a sacar a las personas “como perros”, como Miriam, lo mínimo es esperar que ladren y que los cabos se aten, a diestra y siniestra.
FUENTE: www.kienyke.com
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