En estos días a Chacumbele se le fueron dos lapsus brutis. Se le fueron los tiempos y admitió no sólo que el hombre de Libia es un dictador sino que una comparación con ese caballero perjudica
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
La mala conciencia suele jugar malaspasadas, valga la redundancia. Es lo que le ocurre a Chacumbele consigo mismo. En estos días se le fueron dos lapsus brutis, como él mismo inventó un día que se burló de José Vicente, quien, por cierto, ni pestañeó.
En Argentina, o en algún otro lugar, dijo que el imperio y sus lacayos querían perjudicarlo al compararlo con "un dictador", refiriéndose a Gadafi. O sea, que en lugar de proclamar el orgullo y la satisfacción de que se le comparara con el hermanazo libio, cuyas luchas, debería haber dicho, comparte y apoya, se le fueron los tiempos y admitió no sólo que el hombre de Libia es un dictador sino que una comparación con ese caballero perjudica.
Dos días después, la cosa fue al revés. Dijo que comparan a Humala con él para "dañar" al peruano. En dos platos, Chacumbele admitió que él raya a quien asemejen con él. Con razón Lula le pidió que no se metiera en la campaña de Dilma Rousseff.
Lula no se engañaba. Ya había captado la peligrosidad hasta de una picada de ojos de Chacu hacia Dilma y lo mantuvo bien lejos de la doña. Humala se ha cansado de distanciarse de Chacumbele. Ya vivió hace cinco años las consecuencias de ese abrazo mortal y ahora repite constantemente "si te he visto no me acuerdo".
Pero lo paradójico es que el propio caudillo de Sabaneta admite que las ondas que emite son como la kriptonita: le quitan energía e impulso a quien le llegan. Este minicronista no sabe si Chacumbele ha reflexionado sobre esta singular vuelta de su destino.
De líder continental, aclamado, a incordio. En lugar de estimulo para las luchas por el cambio social y las reformas necesarias se ha vuelto la encarnación de lo contrario. Todo el que puede se lo sacude.
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