Esta semana se constituyó el Frente Progresista por el Cambio que reúne a partidos, grupos y personalidades de izquierda, o progresistas para no ser más papista que el Papa: PPT, Podemos, MAS, Bandera Roja, Causa R, Vanguardia popular, Movimiento Ecológico y otros. Quien haya transitado los caminos de la izquierda (jode la palabrita, tómese en el sentido más amplio posible) en las últimas décadas venezolanas sabrá que una tarea incesante y siempre fallida ha sido encontrar alguna forma de coordinación más o menos extensa y sólida de sus diversos integrantes.
Pues bien, he aquí, de golpe y porrazo, una notable respuesta a ese reto obsesivo. La vida es una tómbola ya se sabe, y esto se logra frente y seguramente a causa de un gobierno sedicentemente revolucionario, de los poquísimos que en este mundo quedan. Claro, aquí entra la equivocidad aludida porque los oradores que oímos hablaban de militarismo y despotismo, de corrupción y fascismo, rasgos poco ambles para definir la izquierda en el buen sentido de la palabra izquierda. Sería bueno aclarar que el Caudillo feroz durante un buen número de años consideró revolucionarios a varios de estos grupos, hoy desencantados y más bien coléricos.
Esos mismos oradores, por ejemplo los que leyeron a tres voces el documento fundacional (Andrés Velásquez, Ismael García y Henri Falcón), fueron muy claros en señalar su vocación democrática, su aceptación de una economía de muchos actores y la necesidad de reunificar los venezolanos infestados de odio y desesperanza. Y, como somos hoy más electores que otra cosa, sobre todo subrayaron sin ambages su adhesión a la unidad y su mesa.
Posición que quedó avalada en las palabras del unitario mayor, Ramón Guillermo Aveledo, que consideró que la juntura de estos caudales en uno mayor que desemboca en el gran río nacional opositor era un logro: “Todos los caminos conducen a la unidad. Cada uno escoge el suyo”. Pensamos lo mismo y no podemos menos que aplaudir ese acto generoso y promisor que le da una mayor estructura a la descoyuntada vida política del país y recoge valores que no sepultaron las estatuas y los muros tan estrepitosamente derrumbados el pasado siglo.
Pero en otra orilla también golpean. Ahora se va a entregar al enemigo, al vecino lacayo y guerrerista, otro apóstol de la FARC, es decir, un camarada, un hermano internacional. Para colmo de males cantautor, como Alí Primera. Sacrilegio, traición vil para la izquierda más esclerosada y delirante de todas. Dese un paseo por Aporrea y verá lo que le contamos.
Y el ex ideólogo del Proceso y el Poseso, Heinz Dieterich, acaba de escribir no sólo que Chávez ha perdido toda influencia internacional y tiene el país en estado de caos sino que de un “antiimperialista burgués” ha pasado a ser un agente de la política norteamericana, de la doctrina Monroe, soldado de Santos y de Obama que entrega guerrilleros, baja la cabeza ante los coscorrones gringos y vende la causa hondureña. Después de tanto hablar y blasfemar, se lamenta con nostalgia el ideólogo en desgracia.
¿No será todo esto la más sutil y envolvente trampa de la ultraderecha y el Imperio? No pareciera, dice uno.
Pues bien, he aquí, de golpe y porrazo, una notable respuesta a ese reto obsesivo. La vida es una tómbola ya se sabe, y esto se logra frente y seguramente a causa de un gobierno sedicentemente revolucionario, de los poquísimos que en este mundo quedan. Claro, aquí entra la equivocidad aludida porque los oradores que oímos hablaban de militarismo y despotismo, de corrupción y fascismo, rasgos poco ambles para definir la izquierda en el buen sentido de la palabra izquierda. Sería bueno aclarar que el Caudillo feroz durante un buen número de años consideró revolucionarios a varios de estos grupos, hoy desencantados y más bien coléricos.
Esos mismos oradores, por ejemplo los que leyeron a tres voces el documento fundacional (Andrés Velásquez, Ismael García y Henri Falcón), fueron muy claros en señalar su vocación democrática, su aceptación de una economía de muchos actores y la necesidad de reunificar los venezolanos infestados de odio y desesperanza. Y, como somos hoy más electores que otra cosa, sobre todo subrayaron sin ambages su adhesión a la unidad y su mesa.
Posición que quedó avalada en las palabras del unitario mayor, Ramón Guillermo Aveledo, que consideró que la juntura de estos caudales en uno mayor que desemboca en el gran río nacional opositor era un logro: “Todos los caminos conducen a la unidad. Cada uno escoge el suyo”. Pensamos lo mismo y no podemos menos que aplaudir ese acto generoso y promisor que le da una mayor estructura a la descoyuntada vida política del país y recoge valores que no sepultaron las estatuas y los muros tan estrepitosamente derrumbados el pasado siglo.
Pero en otra orilla también golpean. Ahora se va a entregar al enemigo, al vecino lacayo y guerrerista, otro apóstol de la FARC, es decir, un camarada, un hermano internacional. Para colmo de males cantautor, como Alí Primera. Sacrilegio, traición vil para la izquierda más esclerosada y delirante de todas. Dese un paseo por Aporrea y verá lo que le contamos.
Y el ex ideólogo del Proceso y el Poseso, Heinz Dieterich, acaba de escribir no sólo que Chávez ha perdido toda influencia internacional y tiene el país en estado de caos sino que de un “antiimperialista burgués” ha pasado a ser un agente de la política norteamericana, de la doctrina Monroe, soldado de Santos y de Obama que entrega guerrilleros, baja la cabeza ante los coscorrones gringos y vende la causa hondureña. Después de tanto hablar y blasfemar, se lamenta con nostalgia el ideólogo en desgracia.
¿No será todo esto la más sutil y envolvente trampa de la ultraderecha y el Imperio? No pareciera, dice uno.
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