FOTO: SAÚL UZCÁTEGUI
Tanta insistencia en la cantidad de recursos naturales disponibles, en la explotación del gas y demás, contrasta con el mínimo acceso que tiene el pueblo para disfrutar, ya no sólo de las mejoras a la calidad de vida que pudieran generar los ingresos y dividendos, sino tampoco a una elemental bombona de gas doméstico
Cuando en Barquisimeto escuchan al mandamás de Miraflores decir que somos el país con las reservas energéticas más grandes del mundo dan ganas de llorar. Tanta insistencia en la cantidad de recursos naturales disponibles, en la explotación del gas y demás, contrasta con el mínimo acceso que tiene el pueblo para disfrutar, ya no sólo de las mejoras a la calidad de vida que pudieran generar los ingresos y dividendos, sino tampoco a una elemental bombona de gas doméstico. Allí están las largas colas, los plantones, los venga-mañana-a-ver-si-hay, los sobreprecios. Un país de grandes reservas energéticas condenado a la cola para buscar la bombona, para echar gasolina porque no hay, a soportar apagones porque la luz no alcanza para todos. Eso es hoy Venezuela. En Barquisimeto toca cargar la bombona como si fuera la cruz de Cristo, mientras algunos aprovecharán de pedirle una ayudita. Nunca está demás.
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