El ministro Hitcher dice que el agua que beben los caraqueños no hay ni que filtrarla y el alcalde Rodríguez habla de “un plan terrorista” contra el gobierno. Técnicos, al parecer muy técnicos, aseguran que estamos bebiendo un coctel infame con cualquier tipo de bacterias
FERNANDO RODRÍGUEZ/NDO/TalCualDigital
No es juego, es criminal, tiene razón el Chávez retornante. ¿Pero quién es el autor? Si alguien está aterrando al país, para manipularlo políticamente, al afirmar que millones de ciudadanos están expuestos a dañar seriamente su salud si no toman extremas precauciones con el agua, que el Estado garantiza como potable, estamos ante un delito mayúsculo. O, tanto más, si el Estado sabe, o desconoce por irresponsabilidad, que es agua contaminada la que está suministrando a esos mismos ciudadanos y lo esconde para preservar su imagen está atentando contra la vida de éstos.
No pareciera haber otra alternativa, a tal punto se han radicalizado las declaraciones de las partes enfrentadas, ayer en Monagas y ahora en la región central del país, Caracas incluida. Situaciones diversas sobre un mismo tópico.
Lo de Monagas es más localizado y más nítido. El gobernador Briceño dice que El Ejecutivo nacional y Pdvsa pretendieron reanudar el servicio de agua en Maturín cuando era totalmente insalubre, tan sólo para tapar sus culpas en el derrame petrolero que hizo de las suyas en el rio Guarapiche, por imprevisión e incapacidad de respuesta oportuna de la empresa petrolera.
El ministro del Ambiente dice todo lo contrario y acusa al gobernador de haber sometido a sus gobernados a una dolorosa e inútil privación, con siniestros fines. Vea usted la hondura del dilema: o el gobernador fue una suerte de heroico defensor de los suyos impidiendo la criminal maniobra o es un villano capaz de cualquier trapacería para solucionar sus contradicciones interpartidistas, al parecer centradas en el “pimentón” Cabello.
Respecto al centro del país, lo que enturbia un poco es que un problema viejo, complejo técnicamente y hay muchos actores implicados en la querella. Pero se repite el esquema. Sobre todo en lo referente a la ciudad capital, donde sucede casi todo lo que sale en los periódicos.
El ministro Hitcher dice que el agua que beben los caraqueños no hay ni que filtrarla y el alcalde Rodríguez habla de “un plan terrorista” contra el gobierno. Técnicos, al parecer muy técnicos, aseguran que estamos bebiendo un coctel infame con cualquier tipo de bacterias.
El respetable Arnoldo Gabaldón dice que ni siquiera filtrada o hervida se les dé a los menores, solo agua industrializada. Y en Valencia, en el Colegio de Médicos de Carabobo, se dio una imagen dantesca de los estragos que ya ha causado en la salud de esa ciudad el agua podrida, multiplicando las más diversas y terribles enfermedades, para empezar, el cáncer.
Tenemos agua para rato. Y a lo mejor va a ser espacio privilegiado para la batalla de Octubre descubrir el causante de tanto mal. Las cartas están echadas. Entre otras cosas por lo alto de las apuestas y lo concreto, vital, del problema.
Nosotros nos atrevemos a esperar que de esa investigación ineludible salga lo contrario a lo que dice el Amoroso Caudillo, un desenmascaramiento sustantivo de este gobierno maula por esencia, el de la iguana y el problema eléctrico. El que, para nosotros, simplemente no tiene ninguna credibilidad y es torpe como una mula. Lo veremos y pronto.
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