lunes, 30 de julio de 2012

Maniataron y asesinaron a dama de 90 años en Petare

Foto: Fernando Sánchez
MARÍA ISOLIETT IGLESIAS |  EL UNIVERSAL
"Aló, ¿Jorge?, mira, vente que tu tía está muerta".

El interlocutor no adornó la noticia; necesitaban a los familiares de María Melecia Prieto Martínez, de 90 años, para abrir la casa. Al percibir la urgencia en la voz de su amigo, Jorge Hergueta se fue hasta el callejón El Loro, con calle Libertad, del barrio Agricultura de Petare. La fetidez lo golpeó apenas comenzó a andar por la estrecha callejuela que lo llevaba hasta la casa sin número donde vivía su tía.


"Todos los vecinos estaban esperando a los Bomberos (del Distrito Metropolitano) para entrar a la casa y saber qué había pasado", recordó el sobrino de Melecia.

Cuando llegaron, como nadie tenía las llaves de las puertas, los rescatistas abrieron un boquete por el techo de zinc y así entraron.

No había luz, se la habían cortado a Melecia por falta de pago, así que el bulto sobre la cama no se detallaba. Un vecino logró, poco después, hacer una conexión y cuando los bombillos se encendieron pudieron ver. "Era una cosa macabra, todo aquello", dijo Jorge con la repulsión dibujada en la cara.

Su tía, la señora de 90 años que no había tenido hijos y que se negaba a irse para la casa de alguna de las sobrinas, estaba sobre la cama, con la ropa rasgada, con las manos y los pies atados; con la cara y los pies comidos por los perros que ella tenía y que se quedaron encerrados en la diminuta casa... y todo estaba desordenado. Habían pasado cuatro o cinco días y el cuerpo ya estaba descompuesto, les explicaron los funcionarios del Cicpc que llegaron de a poco. "Después de que los bomberos comenzaron con su trabajo, yo me fui hasta la comisaría de la policía científica que está en El Llanito y dos funcionarios llegaron a la casa de mi tía para verificar, después fue que se acercaron los demás", agregó Jorge.

Los sobrinos no tenían muy claro cuántas personas pudieron haber hecho aquello, ni tampoco si se llegaron a robar algo. "Ahí ya no había nada que llevarse", dijo Jesús Alberto Hergueta, otro de los sobrinos de Melecia.

Robos y denuncias

Ya María Melecia había sido víctima de los hampones de la zona. De acuerdo con lo que comentaron los vecinos, se le habían metido en la casa varias veces y ella había ido a la sede de la policía científica a denunciar. "Pero nadie hizo nada y la terminaron matando", dijeron los hermanos Hergueta sin tener muy claro cuál fue la causa de muerte.

"Esperamos a que nos entreguen la autopsia, aventurarnos a decir algo es muy arriesgado. Todo esto fue muy cruel", agregó Jorge.

Melecia vivía de una pensión, era jubilada. Le gustaba, aseguraron sus parientes, vivir sola para criar a su perros; eran por lo menos seis canes los que se encontraron en la casa.

Hacía unos veinte días, Jorge vio a su tía. Se acercó hasta la casa y la visitó. Convinieron que él volvería con una persona que le arreglaría el techo de zinc y con otra que la ayudaría a limpiar la casa, pues según dijo Jorge, estaba muy sucia y desordenada, "aunque no tanto como la encontramos". Pero los asesinos no le dieron tiempo de cumplirle a su tía.

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