Que anunciaran con bombos y platillos la nueva fábrica de helados Coppelia con sello cubano y más tarde se dijera que se paraba por falta de equipos, retrata fidedignamente al chavismo. Nada se hace bien. Así, así es que se gobierna
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
En la costa de Falcón, en San Juan de los Cayos, la "revolución" instaló una fábrica de helados, cuyo nombre, cuándo no, es "Coppelia", el mismo de la famosa heladería cubana. Chacumbele, orgullosamente y sin pararle al rastacuerismo implícito en utilizar el mismo nombre de su similar cubana, la anunció en una de sus peroratas y dijo que enviaría a Fidel unos de sus helados "Coppelia".
Dos días después el mismo Chacumbele, coléricamente, nos hizo saber, en otra perorata, que la fábrica se había parado al día siguiente de su inauguración y reclamó a sus ministros que qué vaina era esa.
Los aturdidos trabajadores de la "Coppelia" vernácula informaron que se habían parado por falta de materia prima y, en particular, porque la máquina de hacer los helados había sido dañada con uno de los sempiternos apagones que agobian a la Venezuela interiorana, y que ellos no sabían repararla. Vinieron, pues, unos técnicos argentinos para tal fin, ya que la dichosa máquina proviene de Argentina.
Este episodio grotesco retrata fidedignamente al chavismo. Tal como anunció la posterior debacle económica de Cuba una anécdota contada por René Dumont, el especialista en asuntos de agricultura, que él vivió en los primerísimos años de la revolución.
Un campo estaba siendo arrasado por un tractor y un campesino preguntó al tractorista qué hacía. Este respondió que estaba preparando el terreno para sembrar pangola (una hierba como nuestro gamelote, muy buena como alimento para ganado). El campesino le observó que justamente lo que estaba arrasando era pangola. Así, así es que se gobierna.
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