Por: Teodoro Petkoff/TalCual
“Lo tenemos monitoreadito”, dijo el domingo Nicolás Maduro, refiriéndose al seguimiento que realizó alguna de las policías del régimen al viaje de Capriles Radonski a Nueva York. A pesar de que a pocos gobiernos se les puede tomar menos en serio que al de Maduro, la frasecita de marras en su boca no deja de producir un toque helado en el espinazo.
Quedó claro que en el régimen se está produciendo una amenazante y peligrosa deriva policíaca en su comportamiento pero, aún más, que no pretende ocultarla o disimularla sino exponerla abiertamente, con un claro propósito intimidatorio. Maduro dio un “parte” policíaco, describiendo minuciosamente todos y cada uno de los pasos del gobernador de Miranda en Nueva York ninguno de los cuales, de paso, si se toma como válido el sapeo de que fue víctima, configura delito alguno.
Simplemente nos dijo Maduro que el régimen está en capacidad de vigilar a quien sea. Es lo que quería que se supiera.
Las lecciones del G2 cubano están siendo bien aprendidas, si es que no fue el propio organismo cubano de inteligencia quien realizó el trabajito para sus colegas venezolanos.
Está en pleno desarrollo una técnica que todos los Estados policíacos y totalitarios han aplicado desde siempre. Es la de lanzar acusaciones sin fundamento, levantar suspicacias hasta sobre los actos más inocentes del supuesto enemigo, de modo de ir desarrollando un clima general de sospecha y temor que poco a poco va cerrando las bocas y reduciendo a murmullos las conversaciones más corrientes. No pretendemos afirmar que Venezuela vive hoy un régimen de esta naturaleza. Sería un exabrupto, una exageración. Pero sí vale la pena alertar sobre la tendencia que pone a la vista Nicolás Maduro refiriéndose al “monitoreo” sobre Capriles. Podría tratarse de un caso aislado o, lo que sería muy grave, apenas la punta de un iceberg y, en efecto, todos estaríamos vigilados. Vamos a ver.
Pero, para Maduro no sólo se reúne mal Capriles sino que además conspira para planificar el desabastecimiento en el país. Esta sí que es la última. Unos tipos que se las han arreglado para vaciar de buena parte de los artículos de primera necesidad los anaqueles de bodegas y supermercados, gracias a una política económica catastrófica, quieren ahora hacernos creer que la responsabilidad de la escasez la tiene cualquiera menos el gobierno. Bonita manera de tirar la piedra y esconder la mano. Pero se les ve el bojote.
¿Quién creó y mantiene el control de cambios? ¿Quién decreta, mantiene y ajusta hacia arriba los controles sobre los precios? ¿Quién devaluó el bolívar? ¿Quién asfixia a los productores de la ciudad y el campo con toda clase de controles absurdos? ¿Quién tiene en la lona a las empresas de Guayana? ¿Quién ha vuelto un desastre a Pdvsa? ¿Quién mantiene la inflación más alta del mundo? ¿Quién responde por la caída de la producción petrolera? ¿Quién endeuda al país? Quisiéramos oír de Maduro unos respuestas a estas pregunticas. Pero para él nada de esto cuenta. Lo que le importa es el chisme sobre un fin de semana familiar de Capriles en Nueva York.
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