Cort. G.Pulido |
ELISA VÁSQUEZ | EL UNIVERSAL
El sueño de Hugo Chávez de impulsar el trueque como una herramienta para debilitar el consumismo se materializó en la familia venezolana. No por decisión, sino por necesidad.
En automercados, bodegas y colas las personas hablan con normalidad de cómo deben comprar en abundancia para luego intercambiar con familiares y amigos los demandados productos regulados.
"Para nosotros es un problema, porque los que nos compran lo hacen multiplicado por 10, para la familia del interior, para el que vive aquí; en fin, es difícil mantener abastecido el supermercado", explica un trabajador de un supermercado de La Castellana.
En ese local Carmen Acosta realizaba la compra de su casa, pero mientras tanto pensaba en sus hermanos de Puerto La Cruz. "Cuando consigo algo, los llamo a ver si tienen. Si no, compro de más y después intercambiamos", explica.
Nancy Castillo, de Catia, hace lo mismo con su familia de Valles del Tuy. El viernes llevaba en su carrito cuatro margarinas. "Mi hermana consigue por allá leche y aceite de maíz, y yo a veces margarina y papel higiénico", explica.
En el Abasto Bicentenario de San Bernardino las personas de tercera edad aseguran apoyarse en el trueque para disminuir los tiempos en cola por determinados artículos. "Una vecina y yo siempre intercambiamos cosas sin pensar en el precio que le damos a cada producto", relata Micaela Toro.
Como ella, muchos prefieren ver a sus amigos y familiares comer antes que hacer de la escasez una oportunidad de estafa. "Es igual de difícil conseguir todos estos productos, entonces hacemos un trueque solidario", explica Carlos Borbely, de San Bernardino.
"Con mis vecinos tengo buenas relaciones. Yo pienso en todos ellos cuando compro y siempre nos estamos dejando productos en las casas", cuenta Francisco Tapia, de Petare.
Valores indeterminables
En la propuesta de Chávez se plantea la creación de pequeños mercados comunitarios para distribuir los alimentos cosechados o elaborados en una zona determinada. El Plan de la Patria (2012) plantea a los grupos de intercambio solidarios como una de las formas de insertar a las familias al aparato socioproductivo y de combatir el capitalismo.
Sin embargo, ese sistema de trueque establece la creación de fichas para valorar los productos (como una moneda), y por tanto no elimina el riesgo a la especulación o a la plusvalía. "¿Saben cómo se llama eso? Socialismo. Aquí no estamos produciendo para ganar dinero", refirió Chávez en 2007.
El trueque, sumado a la escasez, desvirtúa los valores conocidos del mercado mayoritario en el cual la moneda es el Bolívar. Jhonny Perpetuo, trabajador de la construcción, relata que en su sitio de empleo los obreros intercambian los productos de acuerdo a ciertos criterios. Por ejemplo, al ser la harina de maíz precocida un alimento esencial -y por ser más escaso- un paquete de un kilo equivale a dos de arroz, aunque tengan precios similares.
En otros contextos, para evitar injusticias, hay quienes buscan intercambiar por precios exactos. En Punta de Mata, en el estado Monagas, donde las personas acampan a las puertas de los supermercados, Nayreth Meneses, dueña de un centro de copiado, cambia a amigos y conocidos artículos por copias. "Por un paquete de cuatro rollos de papel he pagado Bs 160 en copias. Me sale muy caro, pero es que aquí no se consigue. Me han traído productos de Caracas, de Maturín y de Caripe, porque no estoy dispuesta a caerme a golpes en una cola".
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